Sobre mi pasión por las citas de todo tipo, en especial me atraen las de personalidades que no provienen del mundo de las letras. Dentro de las que recuerdo de narrativa argentina, una que me llamó la atención y me enganchó a seguir leyendo fue el epígrafe de "Las ruinas circulares": (And if he left of dreaming about you..." (Y si él dejara de soñarte...). Me llamó la atención porque esa referencia de A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, dice que corresponden al capítulo VI. En la vieja edición de Obras Completas de Jorge Luis Borges, editadas en 1974 anoté: "error, la cita es el capítulo IV"; por aquellos años no acostumbraba a fechar observaciones en los libros, así que no puedo saber cuándo la hice. También tengo presente otra cita de un escritor argentino, que menciono cada vez que me veo envuelto en una discusión no deseada -en general no deseo ninguna discusión-, porque: "El poeta sentado frente a la puerta de su casa verá pasar el cadáver de la última estética", de Leopoldo Marechal.
Y a propósito de la reflexión "en general no deseo ninguna discusión", afloró otra cita, que tenía anotada en una Moleskine, una frase de Jep Gambardella de la película Grande Bellezza: "El descubrimiento más consistente que he hecho tras cumplir 65 años es que no quiero perder el tiempo haciendo cosas que no quiero hacer".
Pero mucho antes de haber leído "Las ruinas circulares", cuando niño, ya era un lector omnívoro, devoraba con el mismo interés mitología griega que las historietas de Milton Caniff o un viejo libro de mi padre que todavía conservo: El Práctico: resumen mundial de cocina y pastelería -nada ha cambiado con los años, salvo que agregué, las derivas por internet-. Y a propósito del viejo libro de cocina; dentro de esa "olla podrida" de lecturas, me atrapaba la revista: "Selecciones del Reader's Digest" -tuve la suerte de acceder a las míticas ediciones de los años '40 y '50 del siglo pasado-; una de mis secciones favoritas era "Citas citables".
Con esa revista tuve un encuentro inesperado; vivíamos en Brasil, en cierta oportunidad, junto con dos matrimonios amigos, alquilamos una vetusta casa en Angra dos Reis. En el altillo, sus dueños, tan vetustos como la casa, atesoraban en una biblioteca, cuidadosamente protegida de la humedad con un trozo de hule, una colección de "Selecciones..." en portugués que abarcaba los años de la Segunda Guerra Mundial. Fue como si hubiera encontrado el tesoro del pirata Morgan; la protección de aquella biblioteca con hule me hizo recordar una reflexión del Martín Fierro: "no se ha de llover el rancho / en donde este libro esté".
Vuelvo a mi observación: evito discusiones, mucho más de política, ayudan a ganarse enemigos; si uno ya sabe cómo piensa su interlocutor no tiene sentido debatir, recordé aquel consejo de Oscar Wilde: "Always forgive your enemies. Nothing annoys them so much". ("Perdona siempre a tus enemigos. Nada los molesta más").
A propósito de Oscar Wilde, recordé una reflexión -tan contundente como la arltiana: “Hay que escribir páginas que tengan la fuerza de un cross a la mandíbula…” y que ya no es patrimonio de la narrativa argentina-, de Clarence Darrow, el famoso abogado norteamericano protagonista del "Juicio del mono" (Scoopes Monkey Trial), donde defendió al profesor Scoopes, acusado por las autoridades de un colegio de Tennessee por enseñar las teorías evolucionistas de Darwin.
Clarence Darrow, un luchador por la prohibición de la pena de muerte en su país, fue uno de los directores de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles. Sin embargo, más allá de su trayectoria... lo recuerdo por una cita: "I have never killed a man, but I have read many obituaries with great pleasure". (Nunca he matado a un hombre, pero he leído con gran placer muchos obituarios).
Vale la pena ver la versión cinematográfica de El juicio del mono: Heredarás el viento, título que es una alusión al "Libro de los Proverbios" de la Santa Biblia: "Quien desordena su casa, hereda viento, y el necio ha de servir al sabio" (Prov 11:29).
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