Sábado 10 de febrero 2018.
Los escarabajos me persiguen, hace poco fueron los carroñeros Silphidae quienes irrumpieron en mi vida cuando singlaba la lectura de la precuela del periplo de Ulises: El viaje de los Argonautas de Apolonio de Rodas -es inevitable reflexionar que precuelas eran las de antes, entre Odisea y El viaje de los Argonautas median cuatro siglos-, de un recorrido geográfico muchos más extenso que el de Itaca.
Terminé la lectura de Apolonio de Rodas, con unas alguna carillas de notas y una reflexión sobre el Síndrome de Munchhäussen, que surgió en la mitad del Canto Segundo, cuando los argonautas recalan en la tierra de los Cálibes, en la desembocadura del río Halis -hoy llamado Kizilirmark- en la costa de Anatolia, surgió, de otra lectura de un artículo científico, el escarabajo bombardero, concretamente una variedad japonesa, el Pheropsophus jessoensis, y su estrategia para evitar ser devorado por los sapos de la isla, el Bufo japonicus. Este ejemplo del escarabajo y el sapo, cruzado con la lectura de Apolonio de Rodas, me pareció un inesperado paralelo con la lectura de textos clásicos como resguardo de ser engullidos por la narrativa contemporánea, la moda: sea la promovida por los medios o por ciertos críticos canonizadores y/o legitimadores.
El Síndrome de Münchausen fue bautizado así en honor al protagonista de Las aventuras del Barón de Münchhausen, famoso por sus delirantes mentiras. Las personas que padecen esta rara enfermedad se caracterizan por querer asumir el rol de un enfermo, para lo cual inventan la dolencia que dicen padecer, con síntomas físicos o sicológicos perfectamente fingidos. Lo interesante es que los médicos no se han puesto de acuerdo si es realmente una enfermedad mental o un "comportamiento" que presenta patrones que pueden escalonarse de leves a muy severos. Sin embargo, y hasta prueba de lo contrario, los ahora "enfermos" sufren y padecen; un fenómeno que demuestra la necesidad emocional que esas personas tiene de ser cuidadas y atendidas. Dentro de las señales más frecuentes de este síndrome figuran: reacciones alérgicas, problemas respiratorios, dolor abdominal, convulsiones, diarrea, vómitos y desmayos. También está estudiado que, estadísticamente los hombres se ven más afectados que las mujeres.
Pienso en esa frase atribuida a Aguste Flaubert "Madame Bovary c'est moi"; atribuida, porque no se ha encontrado referencia a ella en ninguno de sus textos conocidos: en cartas, cuadernos de notas, registros del autor sobre la génesis de la novela. Es una pena porque "Madame Bovary c'est moi", puede ser leída como una clara manifestación de la importancia del Síndrome de Münchhausen a la hora del proceso creativo de un escritor. Por suerte, esta frase apócrifa de Auguste Flaubert, que es un ejemplo de lo que en inglés se llama misquotation (citar de manera errada), ya pasó de ser cita documentada o 'verdad histórica' lo mismo que: "Ladran Sancho, es señal que cabalgamos"; "Play it again, Sam" o "Elemental Watson".
Cuando los argonautas recalan en la tierra de los Cálibes, pueblo de mineros especializados en trabajar el hierro observan una extraña costumbre, cuando las mujeres están próximas a dar luz a los hijos son los maridos los que gimen echados en la cama con la cabeza vendada. Ellas los cuidan con alimentos adecuados y preparan los lavatorios del parto. No encontré ninguna referencia a este registro histórico que, en el siglo III antes de Cristo, documenta un diagnóstico acertado del Síndrome de Münchhausen, pero ya establecido como una dolencia común a los hombres, que como ya mencioné, estadísticamente son más afectados que las mujeres, en toda una región de Asia Menor.
La historia de los escarabajos bombarderos y sapos japoneses queda para otra oportunidad.
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