De El Golem a Blade Runner 3

En las dos notas anteriores  De El Golem a Blade Runner 1 y De El Golem a Blade Runner 2. Vimos que los intentos de construir un robot inteligente, se trate de un ser mecánico o un androide -que también puede ser un animal-, requieren, de alguna manera, un pacto fáustico. Es un trato con el Diablo para crear formas nuevas de vida dotadas de capacidad de acción e inteligencia: atributo divino; esta creación resultante del pacto fáustico le dará al pactante con el Malo: poder, juventud, riqueza o, mejor aún, conocimiento con que puede lograr todo lo demás.

El camino más transitado para lograr este pacto fáustico consiste en pronunciar una frase o fórmula secreta; es lo que hace en el poema "El Golem" de Borges el rabino Judá León: " y al fin pronunció el Nombre que es la Clave", como la palabra mágica SHAZAM que pronunciaba un antiguo héroe de historietas que leía en mi infancia.

A la palabra mágica de la historieta El capitán Marvel, la decía un huérfano que, si mal no recuerdo, era el protagonista: un joven vagabundo que un día, en las afueras de la ciudad, encuentra a un hechicero; éste, viendo en él un ser honesto, valiente y generoso, le enseña un conjuro que le dará al protagonista lo que no tiene: poder y fuerza. Lo que sí recuerdo era el por qué de "el Nombre que es la clave": SHAZAM. Esta palabra mágica otorga la sabiduría de Salomón, la fortaleza de Hércules, el coraje de Aquiles, el poder de Zeus, la resistencia de Atlas y la velocidad para desplazarse de Mercurio.

Pavada de atributos los del capitán Marvel, aunque a Aquiles lo veo más colérico, ególatra e irracional que corajudo. Además la palabra SHAZAM tiene un tufillo machista discriminador que hoy le valdría ser cuestionado por los simpatizantes de "Ni una menos". Por eso, y antes que nada, en la versión políticamente correcta de la palabra mágica: la A de Aquiles, debería reemplazarse por la A de Atenea, diosa de la paz y la sabiduría; la H de Hércules, un paleto macarra, por la fortaleza y sutileza de Hera; y la M de Mercurio por la de M por la de Muhammad Alí, como se autobautizó Cassius Clay, uno de los hombres más veloces que se han desplazado por un ring y adalid de los derechos de los afroamericanos; que supera en astucia y sutileza al olímpico Mercurio.

Siempre en el orden de palabras mágicas tenemos otra muy fatigada: "Sésamo ábrete", frase que pronunciaban los 40 ladrones de la historia y que escuchó otro Alí; Alí Babá. Conocedor de este Nombre que es la Clave, Alí Babá, entro en la cueva llena de riquezas a las cuales se dispuso usar con discreción y cordura. Ahora, su hermano, el envidioso Cassim, cuando supo la fórmula entró en la cueva con una recua de mulas que cargó hasta el tope; solo que, al intentar salir, olvidó la palabra "sésamo" e intentó con todas las semillas que pudo recordar. El final es conocido: quedo encerrado y cuando los ladrones entraron a la cueva lo decapitaron. Ahora, el conjuro "sésamo ábrete" no es casual, en lenguaje simbólico de Medio Oriente, la flor del sésamo se identifica con la del loto, que simbolizan el poder mágico del conocimiento y la imaginación creadora.

Mucho antes que el capitán Marvel y Alí Babá, otro personaje, el primero de la serie, recurrió a conjuros para volverse más poderoso y, en este caso, enfrentarse con seres mecánicos, o algo parecido. Jasón llegó hasta la Cólquide -hoy Georgia-, uno de los límites del mundo de la antigua Grecia. Realizó el viaje junto con sus compañeros, los argonautas o tripulantes de la nave Argos, en búsqueda del vellocino de oro. El vellocino era un cuero de oveja curtido que conserva la lana, y su color dorado ha sido motivo de diversas interpretaciones, entre otras: el aprendizaje de la ganadería o el cultivo del trigo. El vellón o vellocino común, también llamado zalea, tiene usos más prosaicos, es un excelente abrigo contra la humedad y el frío. El áureo cuero ovejuno que fue a buscar Jasón subsiste hasta hoy, cargado de múltiples simbologías; en la condecoración el Toisón de Oro, creada en 1429; su última adjudicataria fue la infanta Leonor de España quien, con 12 añitos, la recibió, el 30 de enero de 2018, de manos de su papá, el rey Felipe VI.

En su viaje, ya en la Cólquide, Jasón, como paso previo para llevarse el vellocino de oro, pasó por tres trabajos, el segundo fue enfrentar a unos de los primeros seres mecánicos de una extensa serie, pero de piedra: los hombres terrígenos. Antes de esta prueba, debió realizar -con la ayuda de su amante Medea que, además, era hechicera, como el mago que le enseño al huérfano la palabra SHAZAM- una serie de ceremonias iniciáticos, requisito previo para adquirir la codiciada zalea.

Antes de Jasón, hubo un dios del Olimpo que ya se había creado artefactos mecánicos y robots, el único que no tuvo que realizar un pacto fáustico ni pagar las consecuencias, puesto que era un dios: el divino cojo, Hefesto el herrero, también conocido como Vulcano.

En el canto XVII de La Ilíada, Tetis, la madre de Aquiles, va hasta la morada de Hefesto a pedirle que le fabrique nuevas armas para su hijo. Tetis encuentra al dios atareado en su fragua construyendo veinte trípodes provistos de ruedas de oro que por sí mismos y sin recibir ningún tipo de impuso se trasladarían al recinto donde se reunían los dioses, para volver luego a la mansión. Más adelante, en el mismo canto, vemos que Hefesto se desplaza, por su morada, acompañado: "Dos sirvientes se apresuraron a sostener a su señor; eran de oro, pero tenían el aspecto de doncellas vivientes, pues en su corazón había inteligencia y tenían además voz y fuerza y, por don de los dioses, conocían el trabajo". Releer este pasaje, inevitablemente, me lleva a la película Blade Runner -la de Ridley Scott (1982), no la olvidable remake de Denis Villeneuve (2017)- y al slogan publicitarios de la Tyrell Corporation para promover sus androides "More human than human".

Antes de crear sus dos sirvientes de oro con aspecto de doncellas, Hefesto había confeccionado, por orden de Zeus, su primer prototipo en barro como dice una de las variantes de la leyenda de El Golem habría hecho el rabino de Praga. El primer prototipo de barro de Hefesto fue una mujer y se llamó Pandora. Con lo cual vemos que las múltiples posibilidades de crear vida artificial con la mezcla de varios animales, robots y humanoides de todo tipo ya fue ampliamente desarrollado en la mitología griega, precursora de la ingeniería genética. Una parcial lista incluye, entre otros: el can Cerbero -o "can Cervecero" como lo llamó césaR brutO-; la Hidra de Lerna; Pegaso, el caballo alado que montó Belerofonte para ir a matar a la Quimera -otro monstruo que haría palidecer a los velociraptores de Parque Jurásico- ; los terrígenas de Jasón; la Medusa, que podía convertir a los hombres en piedra con su mirada -conozco a muchos que, por el contrario, se quedan petrificados al mirar la cuenta del gas o la luz.

Una geografía mítica nos lleva a la Arcadia, donde reina la paz y la felicidad, lo que Hesíodo llamó la Edad de Oro, pero contrariamente a lo que uno tiende a pensar, los distintos relatos confluyen a revelarnos que todo intento de crear robots o androides no nos permite construir esa Arcadia.

A mitad de la escritura de estas páginas me saltó una novela de Mijail Bugákov publicada en 1925 donde habla, mucho antes que Parque Jurásico, de un fallido intento de manipulación genética. Solo que el científico protagonista de la novela, Vladímir Ipátievich Persikov, no tuvo la ayuda de Medea, como Jasón.

(Continuará)