En los años setenta del siglo pasado, el conjunto Les Luthiers presentó su pieza Voglio entrare per la finestra, aria de la ópera ficcional “Leonora o el amor con juglar”. La hilarante presentación de Marcos Mundstock aclaraba: “El juglar Ludovico trata de escalar el muro de su amada Leonora y cantarle su aria de amor. Ludovico trepa, teme y tiembla, lo cual se insinúa a través de la orquestación, la sucesión armónica, los contrastantes motivos rítmicos, la exuberante orquestación y porque Ludovico dice: ‘trepo, temo, tiemblo’ ”.
En los años que di taller literario citaba la presentación de Mundstock a propósito de reseñas literarias, o análisis, de novelas y cuentos donde se le hace decir al texto lo que no figura o, peor, no se insinúa. A este procedimiento lo llamaba “efecto contrario a Voglio entrare per la finestra”; en inglés se lo define misreading y Harold Bloom “clinamen o mala interpretación poética”.
En su texto “Tesis sobre el cuento”, Ricardo Piglia analiza, en once pequeños ensayos, diferentes técnicas narrativas y formula dos tesis y, a partir de ellas, desarticula distintas maneras de escribir cuentos. Su punto de partida es una anotación de Chejov en un cuaderno, relata refero: “Un hombre va al casino y hace saltar la banca, al llegar a su casa se pega un tiro”. De esta idea opuesta a lo convencional y previsible ─el que se suicida es el perdedor─, concluye en su primera tesis: “un cuento, siempre cuenta dos historias” ─la itálica y negrita son mías para remarcar la cacofónica aliteración “cuento…cuenta”, hay dos sinónimos: narra o relata─: 1- un relato visible y 2- un relato oculto.
La segunda tesis para desarmar los mecanismos de escribir un relato es: “la historia secreta es la clave para dar la forma y sus variantes”. Su desarrollo nos lleva de la forma clásica ─entre otros: Poe y Horacio Quiroga─ a los forjadores de la versión moderna del cuento y, desde allí, aborda textos de Hemingway, Kafka y Borges. Pero, al analizar “El gran río de los dos corazones”, aparece el “efecto contrario a Voglio entrare per la finestra”, Ricardo Piglia dice que el relato “…cifra hasta tal punto la historia 2 (los efectos de la guerra en Nick Adams), que el cuento parece una descripción trivial de una excursión de pesca…”. Porque en realidad lo que cifra son otras historias.
Es sabido que la experiencia de la Primera Guerra Mundial atraviesa la narrativa de Hemingway, a veces a través del protagonista ─alter ego del autor─ Nick Adams. Nick –sin apellido– aparece por primera vez, como personaje en un breve libro de relatos publicado en 1924, in our time ─todo con minúscula─, son 30 páginas con 18 narraciones breves y la edición fue de 170 ejemplares; un detalle interesante es que estos relatos no tienen título sino que aparecen como chapter ─con minúscula─ numerados de 1 a 18. En 1925, Hemingway publica “El gran río de los dos corazones” en la revista This Quarter y, ese mismo año en el libro de relatos In Our Time ─ahora con mayúscula─ donde incluye otros cuentos largos. El relato narra una solitaria excursión de pesca, donde Nick convive con algunos recuerdos y proyectos, y está dividido en dos fragmentos que abarcan una jornada cada uno.
Gran Rio de los dos corazones. I
La primera parte del cuento empieza con un encabezamiento ─mejor un epigrafe─ en letras cursivas, el breve chapter 16 del libro inour time. A lo largo del relato no hay alusión, u omisión, de la experiencia bélica del protagonista quien, tras bajar del tren, atraviesa un pueblo que alguna vez conoció y que desapareció por un gran incendio que tomó parte del bosque y la pradera que lo circundan; tras bordearlo, sube unas colinas y desciende a un valle donde pasan, separados por un pantano, los afluentes del Gran Río de los dos Corazones y resuelve acampar, bajo unos pinos, en la ribera de uno de los brazos, el más claro y transparente. Luego de cenar una lata de porotos con tocino mezclada con otra de espaguetis, Nick habla, por primera vez «tengo derecho a comer estas cosas, si es que estoy dispuesto a transportarlas».
A continuación, va hasta el río en busca de agua para hacer un café y recuerda dos maneras de prepararlo: la suya y la de un amigo; Hopkins, del cual evoca también su novia, la Venus Rubia, fragmentos de otras excursiones con un tercer amigo; Bill, y de la última salida de pesca de los tres en el Río Negro. Las técnicas en discusión eran si había que dejar hervir el café o no, en recuerdo a su amigo resuelve dejarlo hervir. Todo este relato lo desarrolla en el antepenúltimo párrafo; es un despliegue virtuoso de narraciones insinuadas en torno a la vida y actividades de Hopkins, cuya personalidad parece inspirada en Gatsby de Scott Fitzgerald.
El penúltimo párrafo cierra el relato y es casi un manifiesto estético: “Nick bebió el café, hecho según las instrucciones de Hopkins. El café estaba amargo. Nick se rió. Era un buen final para el cuento. Su mente estaba empezando a trabajar. Sabía que podía cortar su desarrollo porque estaba bastante cansado”.
La idea de cortar la escritura un relato cuando se sabe cómo continúa y retomarlo al día siguiente la manifestó Hemingway en algunas entrevistas y la desarrolló en París era una fiesta ─hermosa traducción que supera al título original: A Moveable Feast─: “Trabajaba hasta que tenía algo hecho y sabía cómo iba a continuar y siempre interrumpía en ese momento. Así estaba seguro qué iba a ocurrir al día siguiente”.
Hasta ahora nada de “los efectos de la guerra en Nick Adams”, por lo contrario, parafraseando a Marcos Mundstock: “Nick dice: «era un buen final para un cuento»”.