30 de diciembre. Una nota en El País, un titular que es una invitación: Los clásicos de la literatura también reciben notas crueles, una volanta que es un logro "Esto no es serio"; y la bajada, un bobby trap "Recogemos las opiniones más hirientes de los lectores a grandes obras de la literatura universal". Y es un bobby trap porque el artículo comenta notas recopiladas en un site -de cuyo nombre no pienso acordarme- especializado en recoger opiniones de lectores y, luego de leerlas, uno piensa si los "lectores" no se escaparon de las páginas de La conjura de los necios, o de algunas reflexiones de El elogio de la estupidez. Porque, es sabido, la crítica y la enemistad literaria forman parte de la actividad del escritor -más que "actividad", mejor hablar de "oficio de alto riesgo", junto a mineros, buzos de aguas profundas, obreros de la construcción u operarios de energía eléctrica-. Es lógico que una buena y despiadada pelea literaria forme parte del descanso y relax y, también, para mantener el estado físico "piñas van, piñas vienen, los muchachos se entretienen", dice la canción. Las crueles enemistades literarias son gajes del oficio porque los escritores son humanos, con las mismas miserias y tan canallas como el resto de sus congéneres; o peores. La ruindad que cometió Quevedo con Góngora -no hablo de las agresiones literarias- lo colocan en la picota de un usurero despreciable. En Argentina tenemos el caso de la feroz crítica que le hizo Rodríguez Monegal a Adan Buenosayres en 1949, solamente superada por el asesinato por encargo que un intocable de nuestras letras le hizo en 1997 a Crónica de un iniciado de Abelardo Castillo en Página 12. Por no hablar de Mark Twain contra Fenimore Cooper o de las analectas de aforismos, ensayos y cuentos de Jorge Luis Borges, maestro en "El arte de injuriar", cuando habla de que algún escritor que no es de su agrado -para muestra: "perpetró una novela" o "andaluz profesional"-. Todos estos casos son de escritores denigrando a sus colegas.
No es el caso de los "comentarios" -más que comentarios "tweets"- recopilados en la nota que menciono, veamos algunos. Sobre Odisea "El libro es aburrido y no es mi estilo. Se lo recomiendo a la gente que le gusten las cosas griegas o algo así" -¿el amor griego, por ejemplo?-; sobre Divina comedia "... es el peor libro que he leído en mi vida... Mi teoría personal es que Dante tenía un desorden mental grave" o "Dante, siempre lo odié y sólo me apunté en la clase porque el profesor era mono".
Al leer estos comentarios pienso en los padres de estas criaturitas que, de tener el tino de Judá León, que era rabino en Praga, repetirían en una jeremíada "¿como (se dijo) / Pude engendrar este penoso hijo / y la inacción dejé que es la cordura?" O en doña Antonia Minor, la mamá del emperador Claudio; cuando Claudio era niño y Claudia Minor quería denostar a otra criatura decía "es más cretino que mi pobre Claudio". Y a los perpetradores de estas preciosidades, hacerles saber que la soberbia es el único pecado capital vedado a los mediocres.
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