No sabemos exactamente cuando el hombre comenzó a hablar pero, casi todas las religiones dan al don de la palabra un origen divino. Ya en las primeras páginas de la Biblia sabemos que Dios creó al mundo con palabras (Gen. 1:1) pero, y antes que nada, el primer día ordenó el caos separando la luz de las tinieblas; recién al sexto, colocó al hombre y la mujer sobre la tierra, los últimos después de que Dios ordenase los reinos mineral, vegetal y animal. Poco más adelante nos enteramos que todos los hombres hablaban una sola lengua y pretendieron hacer una torre que llegase hasta el cielo, el Señor al ver ese proyecto confundió la lengua de los hombres para no se entendieran entre ellos y la torre de Babel no se completó (Gen. 11:1-7); fue el origen de los idiomas, intérpretes, lenguaraces y trujamanes. De allí en más las palabras identificaron a los hombres o los diferenciaron, los amigaron o los enemistaron hasta llegar a los extremos más cruentos. Así, luego de navegar por muchas páginas, de idas y vueltas como Ulises bíblicos, nos enteramos en el Libro de los jueces (12:5-6) del enfrentamiento y derrota de los miembros de la tribu de Efraim con los habitantes de Galaad. Los efraimitas vuelven sobre sus pasos para vadear el Jordán, pero los galaaditas los estaban esperando y, para identificar a los que intentaban cruzar, los sometían a una prueba muy sencilla, les pedían que dijeran la palabra shibbóleth (espiga), los de la tribu de Efraim la pronunciaban de otra manera, sibbóleth. Ese día, los cuarenta y dos mil que dijeron sibbóleth fueron degollados. Shibbóleth -con pronunciación galaadita- pervive en inglés donde tiene el valor de rasgo distintivo en la ropa, modales o lenguaje, que distinguen a un grupo de personas. Bernard Shaw, le dará a este concepto un argumento en su obra de teatro Pygmalion, cuando el profesor Higgins logra transformar a la florista Elisa Doolitle en una dama por el solo hecho de enseñarle a hablar correctamente como -se supone- debían hacerlo las damas de clases altas. Imposible olvidar la escena de la película My Fair Lady cuando Audrey Hepburn canta, delante de Rex Harrison aquellas palabras que son su shibbóleth: The rain in Spain stays mainly in the plain y puede cruzar sana y salva al otro lado del Jordán, ya que no el Támesis. He vuelto a ver la escena de My Fair Lady en You Tube, la música es bellísima ahora lo que falla es otro lenguaje, el body talking, la estética y la coreografía es la que chirria en una suerte de cockney visual. En otras palabras, vista a la distancia, en lo que hace a su lenguaje corporal, My Fair Lady, es una película meteca y su body talking es lo que los griegos llamarían de bárbaros, palabra despectiva para designar a los extranjeros, e identificada con lo incivilizado, y derivada de una onomatopeya, bar bar, que así sonaban a los oídos de los contemporáneos de Pericles las lenguas extranjeras. El hecho que los bárbaros pertenecieran a civilizaciones como la egipcia o la persa poco tuvo que ver para acuñar el término; "palabras, palabras, palabras", como le diría Hamlet a Polonio.
En lo personal hay otras palabras que me interesan y son aquellas cuyo significado oculto no entendemos, aunque muchas veces entendamos las palabras o su significado, porque ahora las palabras transmiten otra cosa, imposible de descifrar -lo que muchas veces llamamos seña y contraseña, aunque no es exactamente el sentido-. La seña y contraseña no es una clave, en teoría descifrable, y ya Poe había reflexionado sobre el tema en "El escarabajo de oro", donde un protagonista se enfrenta a un criptograma al que descifra partiendo de una lógica: lo que una mente puede codificar otra lo puede decodificar. No es el caso de la seña y contraseña o los mensajes en código -pero no codificados- y esto me recuerda otra película de la época de May Fair Lady, El día más largo del siglo. En ella, los alemanes que están a la espera del desembarco aliado, aunque no saben el lugar ni la fecha, intentan descifrar estos mensajes en código, el más importante que transmitió la BBC la noche del 4 de junio de 1944 fue parte -los primeros versos- de Chanson d'automne: "Les sanglots longs / Des violons de l'automne / Blessent mon coeur / D'une langueur / Monotone." Los tres últimos versos de este poema de Verlaine: "Hieren mi corazón / De una languidez / Monótona.", advertían a jefes de de la resistencia para que prepararan a su gente para atacar a los alemanes de manera masiva ya que la invasión comenzaría en las próximas 24 horas. El próximo mensaje de la BBC en código llega poco más adelante en la película: Jean a un long moustache; el Dia D está en marcha, ha llegado el momento de la acción y la resistencia sale a combatir.
De esta manera, la seña y la contraseña son una llave que nos abre el mundo a una nueva realidad como el "Sésamo ábrete" que le abrió la cueva del tesoro a Alí Baba; y también a su hermano Kassim, quien, enterado de estas palabras secretas, logra entrar a la cueva. Pero, al momento de salir Kassim las olvida y se queda encerrado, y no le fue bien, porque cuando los ladrones vuelven a entrar lo matan. Quizás Kassim podría haber pronunciado otra palabra mágica, a la que acudía un héroe de historieta, el niño huérfano Billy Batson que se transformaba en el capitán Marvel -una especie de Superman- cuando la pronunciaba: "Shazam."Y la palabra Shazam tenía su miga, porque le daba a Billy -además del porte de un físicoculturista y un atuendo bastante huachafo- la sabiduría de Salomón, la fuerza de Hércules, la resistencia de Atlas, el poder de Zeus, el coraje de Aquiles y la velocidad de Mercurio. No fue el caso en la historia de Alí Babá.
También podría haber ocurrido que Kassim, que además de codicioso era desmemoriado, pronunciara mal la palabra "Shazam" o la pronunciara al revés; los resultados en todos los casos serían imprevisibles. Porque si para Hamlet lo que estaba leyendo eran solo "palabras, palabras, palabras"; para Macbeth "la vida no es más que una sombra que pasa... es una historia contada por un idiota, llena de sonido y de furia -full of sound and fury- y que nada significa". Con estas palabras, Faulkner habría de crear otro mundo con palabras en un condado imaginario. Pero esta es otra historia.
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