6 de marzo, viernes. Cuaderno de notas a mano, conectado por internet a 89,9 FM de New Orleans, estoy por escribir mi primera experiencia en Estambul y escucho These boots are made for walkin' de Nancy Sinatra. De inmediato me acudió el libro de relatos en el que estoy trabajando, en particular uno que del que tengo solo borradores y notas. Título de la carpeta: "El Salvador 1989, Barry Sadler, Soldier of Sortune, entre The Ballad of the Green Berets y la saga de Casca The Eternal Mercenary." Y el recuerdo me hizo posponer la experiencia de Estambul para la semana que viene, porque a Barry Sadler lo conocí -si no personalmente, de mentas- poco antes de nuestro regreso del exilio en Brasil, allá por el '79 y oí hablar de él en un artículo de una revista que no sé si continúa saliendo, Soldier of Fortune -SOF-. Para los que no tengan el gusto este mensuario fue creado por Robert Brown, ex boina verde y el arquetipo del gringo cateto y reaccionario químicamente puro; tan funcional a los catetos que aman quemar banderas de los Estados Unidos. Para definirlo con un eufemismo gloso a Liza Minelli en Cabaret cuando habla de su amiga Rita: "Bob Brown isn't what you'd call... a blushing flower." Descubrí SOF de casualidad en un kiosco de la entrañable Galería Avenida Central, en Río de Janeiro, donde me abastecía de tabaco y de otras revistas en inglés. A la primer ojeada fue evidente que el mensuario quemaba, hecho por y para "soldados de fortuna", y que, durante los primeros años, incluía avisos clasificados entre los que abundaban ofertas de ex profesionales de fuerzas especiales de toda nacionalidad pelo, cáscara y pluma. Algunos juicios, de los que Bob Brown escapó con un hilo en una pata, hicieron que desaparecieran estos anuncios y quedaran solo los de ventas de armas, municiones, rezagos militares y manuales varios que enseñaban, entre otras cosas, cómo degollar a un adversario con una hoja de papel, a elaborar explosivos en casa usando ingredientes comprados en el supermercado y, con ellos, fabricar bombas de tiempo con la ayuda un barato despertador a pilas. La revista y Barry Sadler me llamaron la atención -curiosamente al principio a causa de su relación estadística de éste con These boots are made for walkin'- y continué comprándola de manera esporádica, en la medida que algunas notas me interesaran, pero al regreso a la Argentina, en el '84, tiré toda esa hemerografía y me traje sólo el ejemplar de noviembre del '81, donde hay una crónica sobre El Salvador. Algunas historias nos persiguen, en Marzo del '89, ya residiendo en Buenos Aires, en un viaje de negocios a Río pasé por la entrañable Galería Avenida Central, ahora para comprar todas las latas que encontrara de tabaco Balkam Sobranie; allí me crucé con el número de Febrero de ese año de SOF, con un titular "Barry Sadler: Eternal Merc", en una entrevista que fue postrera y póstuma y, curiosamente, en El Salvador.
Barry Sadler (1940-1989), cantautor y escritor, era lo que los franceses llaman un casse-cou. Nació en New Mexico, cuando era niño sus padres se separaron y, con él a cuestas, su madre empezó a recorrer distintas ciudades trabajando como administradora de locales de comida rápida. En esta vida trashumante, Barry Sadler aprendió a tocar la guitarra y aspiró a ser músico folk, dejó la secundaria y recorrió a dedo el país intentando ganarse la vida como cantor. Fracasado su intento musical, recaló en la Fuerza Aérea donde fue destinado a Japón, vencido su contrato recorre la costa oeste en un nuevo intento de vivir como músico. Luego de este segundo fracaso se volvió a enganchar, ahora en el ejército, como paracaidista, recomendado para entrar en las Fuerzas Especiales devino Boina Verde especializado como paramédico y experto en explosivos. Luego de varios destinos llegó a Viet Nam, a partir de allí empezó su primera obra de ficción, crearse a sí mismo. En 1965, en Saigón, convaleciente en un hospital de una herida con una vara punji, mientras cantaba una canción de su autoría -The Ballad of the Green Berets- para sus compañeros de sala, lo descubre un equipo de televisión que visitaba el frente de guerra y estaba de paso por el hospital. Su interpretación fue escuchada en vivo y retransmitida en cientos de canales de televisión de su país y fue el "sésamo ábrete", casi de inmediato firmó un contrato con la RCA y The Ballad of the Green Berets vendió, en los primeros cinco meses de 1966, más de dos millones de copias superando a otra debutante -y aspirante-: Nancy Sinatra. Sin embargo no hizo carrera como cantor, -basta verlo por youtube para entender las razones-. Terminó administrando un bar y de allí, luego de un confuso incidente donde mató a una persona que lo había amenazado, pasó un par de semanas en la cárcel.
A comienzos de los '80 el éxito lo volvió a visitar cuando afloró su vena como escritor de la saga de su alter ego literario, Casca the Eternal Mercenary, las aventuras del soldado Casca Longinus que alanceó a Cristo en la Cruz. Con este auspicioso debut, Casca es condenado por Dios errar en la tierra hasta el retorno de Jesucristo -in altre parole, la historia del judío errante pero con mercenarios-. Barry Sadler alcanzó a escribir 22 novelas de esta serie en la que Casca transita por distintos campos de batalla. Belicosos enredos que lo llevaron desde el Gólgota a México antes de la llegada de Cortés, a Bizancio, a cabalgar con las huestes de Gengis Khan, al Japón feudal, a la batalla de Kursk, a la guerra de Viet Nam y a las alturas del Golán en la guerra del Yom Kippur, a la Rebelión de los Boxers... El escritor Barry Sadler entró en el gang de SOF -le sobraban pergaminos- y fue a Nicaragua con el equipo de Bob Brown a entrenar contras; luego se instaló en Guatemala donde alternó su trabajo de escritor con el mester de traficante de armas. A mediados de '88, en los días que compartió con el equipo de SOF que fue a entrevistarlo, tuvo un enfrentamiento con un traficante de armas israelí por un problema de competencia desleal. Las fotos de esta nota lo muestran en su vida cotidiana en Guatemala, con las armas que vende, en su casa con su novia Maggie, botellas de Jack Daniels; su pistola Beretta .380 ACP y una granada de fragmentación MK2 como pisapapeles del manuscrito de la novela que estaba escribiendo. La noche del 8 de septiembre, luego de una tarde de bebedera con sus comparsas en el bar Don Quijote, Barry Sadler tomó un taxi para que lo llevara de regreso a su casa. En el camino levantaron a una mujer conocida que iba en la misma dirección. En ese momento el cantautor escritor sacó su Beretta y se puso a juguetear con ella, su acción fue coincidente con la presencia de un vehículo que se les adelantó por la derecha y el ex Green Beret terminó con una bala de su propia pistola en la cabeza. Bob Brown fletó un avión ambulancia para llevarlo de vuelta a casa. El 5 de noviembre, Barry Sadler cruzó el Aqueronte.
Me resulta, más que de mal gusto, palurdo que el mejor personaje literario de Barry Sadler, Barry Sadler, merodeara por Guatemala -y nada menos que traficando armas- con una pinche pistola Beretta del pinche calibre .380 ACP. Lo lógico hubiera sido una confiable Colt .45 ACP, como la que habría elegido cualquiera que esté en el ajo y mucho más un ex Boina Verde. Pero lo que me resulta inadmisible y me duele de cojones que The Ballad of the Green Berrets haya vendido más copias que These boots are made for walkin'. Basta bajar las letras por internet y, con ellas en la mano, escuchar las dos canciones en you tube.
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