Jueves 8 de abril, mi brazo izquierdo entra estirado en el agua, muy por delante de la cabeza, puntual como un estilete, sin dejar detrás remolinos ni burbujas. El movimiento natural de pronación del antebrazo muestra, fugaz, la alianza en mi dedo anular, oro blanco en el fluido turquesa donde fluyo; luego, las manecilla luminosas del reloj, 19:10. Menos de un cuarto de hora y llega el esperado "encuentro acuático con Borges"; pero en este caso, un satori, pongo en contexto. Hace dos años que he vuelto a nadar, ahora tres veces por semana. Fue el reencuentro con una actividad cuasi olvidada pero en la que, abordada con método, he perfeccionado los tres estilos que conocía y aprendido el faltante, mariposa. Casi al principio de esta nueva rutina le comenté a Claudia, mi profesora, sobre el poema de Borges y de ese momento tan especial, cuando el 70 por ciento de mi cuerpo -supongo que, en mi caso, algo más porque soy bastante cabezón- se integra al fluido y, a medida que esa hora se desgrana segundo a segundo, voy involucionado: Sapiens, Neandertal, Cro Magnon, Australopitecus, repto hasta la ribera del barro primigenio, al sexto día del Señor, al segundo. Desde que supo de mi "encuentro acuático con Borges", Claudia, sonriendo desde el borde de la piscina me advierte, "ya te estás perdiendo en el agua, Dani". Y me advierte, no me avisa, porque empieza el trabajo en serio: moverse de manera rítmica, pautada e incrementando la velocidad; que cuatro largos ida y vuelta solo de patada, una por cada estilo; que cuatro de brazada, ídem; que ahora seis de crawl sin parar; que ¿te atrevés a cuatro mariposa sin parar? Todo separado con un minuto de descanso "o dos si estás muy cansado".... y así hasta que llegamos al segundo día del Señor, las aguas se confunden con el firmamento, y el primero: "Tres o cuatro piscinas, suaves, Dani, no te olvides de elongar." Jueves 8 de abril, 19:18, y vuelvo a mi mantra borgeano "urgido por los hombres asumía / la forma de un león o de una hoguera / o de árbol que da sombra en la ribera / o de agua que en el agua se perdía.". Pero esta vez sólo pensé en Borges y la muerte puntual.
Porque hace dos semanas, Andrea, una compañera de clases de francés y estudiante de letras me comentó que haría un reemplazo de tres clases en el colegio secundario donde trabaja. La materia, literatura argentina, el tema, tres cuentos de Borges. Pero nos interesa sólo "El Sur". Porque, de entrada, surgió la pregunta "¿Dahlman, se muere o está soñando?" Los alumnos de Andrea fueron unánimes, "es un sueño"; cuando ella les preguntó por la certeza, le respondieron que "lo han leído". Pero es una respuesta que nunca hemos tenido clara con Beatriz. Hemos leído juntos casi la obra completa de Borges, y ella se enfrentó varias veces con la pregunta delante de los alumnos, entre otras en la Universidad de Brown en Rhode Island y en la UNAM. Me enfrenté con la misma pregunta en talleres literarios que alguna vez -insensato- cometí, y en un seminario intensivo de una semana, que perpetré, en Colombia, en la Maestría de Escritura Creativa. Hasta hace 15 días la pregunta yacía latente; a raíz del "incidente Andrea", volví a releer el cuento. Los dos puntos de inflexión, que Andrea también había captado, seguían vigentes. El jueves 8, a las 17:10, luego de la clase de francés nos juntamos en el bar donde festejamos los fines de curso y de cuyo nombre no puedo acordarme; en realidad, nunca lo supe. Con nuestro viejo Tomo 1 de Obras Completas de Jorge Luis Borges sobre la mesa, los resultados de la conversación se acumularon; puntos de inflexión en "El sur", primero: "Ahí estaba el gato dormido... pensó, mientras acariciaba el negro pelaje...porque el hombre vive en el tiempo, en la sucesión y el animal, en la actualidad, en la eternidad del instante." Veo en la anotación que hicimos cuando leímos por primera vez el cuento con Beatriz; su anotación "cfr. 519" -confrontar con página 519, lo sé porque conozco su letra y porque yo habría escrito "cfr. p. 519". En la página 519 que corresponde al mismo libro, Ficciones, dice "Habituado a vivir en el presente como los animales..."
Esto nos lleva al segundo punto de inflexión en "El sur": "A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos...", ahora la anotación es mía: "cfr. p. 793". Corresponde "La trama" en El hacedor, luego de un punto y aparte el párrafo: "Al destino le agradan las repeticiones las variantes, las simetrías... Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena." Le propongo a Andrea que veamos otro cuento donde aparece claro que el personaje muere, "El milagro secreto" -esto a propósito de que alguna vez charlamos largo y tendido con Luis Chitarroni de la semejanza de ese relato con "El puente sobre el río del Buho" de Bierce- nadamos hasta Ficciones, final de "El milagro secreto", luego del punto y aparte: "Jaromir Hladick murió el 29 de marzo, a las nueve y dos minutos de la mañana." Me acude otro final con un cadáver, nadamos un par de largos hasta El Aleph, "El muerto", luego del punto y aparte: "Suárez, casi con desdén hace fuego." Con Andrea coincidimos en que tenemos algunas pruebas. Recién entonces nos acordamos de ver el final de "El sur"; punto y aparte: "Dahlman empuña con firmeza el cuchillo que acaso no podrá manejar, y sale a la llanura." Casi una certeza, pero no hemos visto el final de un final de un cuento donde nos enteramos que el protagonista efectivamente es un sueño... " 'Las Ruinas circulares' ", se adelanta Andrea. Vamos largo y medio relajado hasta Ficciones, final: "Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo."; pero es el final de un párrafo de "a ver... 15 líneas", me dice. Casi una conclusión, Dahlman puede estar soñando o haber muerto, pero hay evidencias de situaciones narrativas semejantes que hacen pensar en la última posibilidad. Miro mi reloj 18:10, pagamos la cuenta nos despedimos y, con el zumbido de agua en mi oído parto rumbo a mi clase de natación.
20:10, salgo de la piscina, elongo con lentitud, como si fuera el gato negro que Dahlman acaricia en el café de la calle Brasil, y con un rosario de títulos -¿o son los flotadores fosforescentes de los andariveles de la piscina?- regreso a casa. Beatriz no ha llegado de clases, es jueves, no es lo usual, pero el hallazgo lo justifica; un dry martini -y recuerdo una cita tan a propósito "I never go jogging, it makes me spill my martini."- con tres aceitunas verdes, nadadoras estilo pecho al final de la brazada, que flotan semisumergidas. Prendo mi ordenador y mando un e-mail: "Cara Andrea: Llego de nadar y te cuento todo lo que fui recordando cuando estaba en el agua y acabo de chequearlo. Van más pruebas de finales con la muerte luego del punto aparte: Ficciones, "La muerte y la brújula". De El Aleph: "Los dos reyes y los dos laberintos"; "La espera" -reescritura de The Killers, de Hemingway-; "La casa de Asterion" -by the way con un final que recuerda a "El hombre de la esquina rosada"-. Es altamente probable que en "El sur" Dahlman no esté soñando, muere. Casi de inmediato, la respuesta de Andrea, agradece la charla y las nuevas pruebas que le acabo de enviar, ya tiene la respuesta para sus alumnos. "Danilo, te iluminaste nadado..." Me viene a la cabeza el final de "Una rosa amarilla" en El Hacedor y lo busco, luego del punto y aparte: "Esta iluminación alcanzó Marino en la víspera de su muerte, y Homero y Dante acaso la alcanzaron también." Recuerdo el prólogo de El Hacedor, de la dedicatoria a Lugones, y leo "En este punto se deshace mi sueño, como agua en el agua", lo subrayo y anoto al lado "cfr. 'Proteo', p. 1108" y en la página 1108 "cfr. prólogo de El Hacedor, p. 779". Esta vez añado la fecha; desde el 2014 dato anotaciones que hago en los libros.
Mis brazos izquierdo y derecho entran simultáneos y estirados en el agua, cortantes como la daga que empuña Dahlman -brazada mariposa-, sin dejar detrás remolinos ni burbujas, el movimiento natural de pronación de los antebrazos me muestra un destello de oro blanco en mi anular izquierdo y las manecillas borrosas del reloj, por su posición intuyo más que veo 19:40. Sólo que es sábado 9 de abril y estoy en el sillón de mi escritorio. Sentado frente al teclado de mi ordenador, elongándome antes de colocar el punto final.
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