16 de abril, viernes. La semana pasada, la tragedia de los emigrantes que huyen de persecuciones y miserias me hizo coruscar el concepto de "pobres cosmopolitas". Ahora, a raíz de la reseña de mi novela Jorge Newbery el señor del coraje que escribió Xavier Alcalá en su página web, evoco al Demonio de Maxwell. Y este recuerdo surge porque, en su reseña Xavier habla de los conocimientos "técnicos" o "no literarios" que afloran en mi escritura. Lo primero que me acude es el libro de Carl Sagan, Los dragones del edén, cuando habla de la estrechez del concepto de las "humanidades". Para Sagan las actividades que identifican al hombre como ser pensante son varias: las matemáticas, la ciencia y la técnica, a la par con la música, las artes y las letras; una gama más amplia que la acotada por las "humanidades". Esta cita no es casual, me toca en la línea de flotación; hice un bachillerato humanista técnico de seis años especializado en fruticultura y enología. De allí salté a la carrera de ingeniería que, luego de abortar a los dos años, me llevó a renacer con una licenciatura en letras. Y digo abortar porque, luego del cambio de carrera, me dediqué a olvidar metódicamente lo aprendido en 8 años de estudio previos. Mucho tiempo después, ya licenciado en letras y, además, por mi especialización en historia del arte, volví sobre el palimpsesto de aquellos 8 años borrados. Y, a propósito de este "tiempo recuperado", mi nota "Pobres cosmopolitas" y la reseña de Xavier, retomo tres conceptos que me acudieron esta mañana; mientras Claudia me hacía sudar en lo que fue un calvario estilo crawl. En el líquido amniótico de la piscina reflotaron algunos recuerdos "técnicos": vasos comunicantes, ósmosis, el Demonio de Maxwell y trascartón, ahora, al escribir estas líneas, en el otro Maxwell, que no tiene nada que ver con su tocayo -o a lo mejor sí-, el de los Beatles.
Porque el conflicto reciente de "restituir" los emigrados de Grecia a Turquía -además en condiciones vejatorias, una de las fotos que vi muestra un paquistaní esposado escoltado por dos guardias con mascarillas que lo suben a una embarcación- ocupa todos los portales de noticias donde merodeo -entre otros: Deustche Welle, BBC, Times, The Guardian, El País, Le Monde, Le Figaro, The New York Times, Washington Post, Al Arabiya-. Los que huyen desde el Asia y el Africa profunda -en el caso de Siria no tan "profunda"- lo hacen porque los están matando, mejor aún, "se están matando" -esto es válido para Sudán del Sur donde estamos volviendo a las "guerras étnicas"-. Que, cuando la situación se vuelve de vida o muerte, muchas veces los "buenos" se vuelven igual de inhumanos que los "malos". Para muestra, un informe de Deustche Welle sábado 9 de abril revela que el 71 por ciento de los inmigrantes sirios refugiados en Alemania opinan que "hay un límite para la acogida de refugiados". Por lo tanto, una vez adentro, apoyan a los que quieren cerrar las puertas; chacun pour soi, Dieu pour tous. Para decirlo fácil, ponerle compuertas al flujo de inmigrantes equivale a querer mantener, de manera forzada, el desnivel.
Y esto me lleva al primer concepto reflotado en la piscina, los "vasos comunicantes" o nivel de líquidos. Este principio nos dice que, en varios recipientes comunicados entre sí por su parte media o inferior, el nivel del fluido se mantiene. Acabo de hacer la prueba con una pajita –sorbete, carrizo o popote- de las utilizadas para beber gaseosas. La doblo en forma de una "U", le tapo un extremo -digamos el izquierdo- con el pulgar y vuelco agua por el otro extremo. El nivel del líquido apenas llega a superar la "panza" inferior de la "U." No más levantar el dedo, los dos brazos de la "U" toman el mismo nivel. El concepto "vasos comunicantes" ya es común a las ciencias exactas, las sociales y las humanidades -de nuevo Sagan y su aclaración de la estrechez de talle de las "humanidades"-. Una comparación apocalíptica de esta idea nos sugiere mareas, tempestades o tsunamis.
"Osmosis", es más conocido es el paso de un fluido a través de un medio poroso. De esta manera, si separamos dos soluciones una de agua muy salada y otra de agua pura con una membrana permeable, se producirá un paso de líquido a través de la misma hasta que el tenor de sal sea el mismo de los dos lados -dirán que esto es un pleonasmo, pero imposible no relacionar una membrana permeable con el Mediterráneo o una cerca de alambres de espino entre Serbia y Hungría o entre Grecia y Macedonia-. El tercer recuerdo, el Demonio de Maxwell, viene de uno de los conceptos más difíciles de recordar de las "leyes de termodinámica" y, junto éste, el principio de "entropía" o "grado de desorden de un sistema". Me explico, si mezclamos agua caliente y agua fría tenemos agua tibia -una especie de "desorden" frente al agua caliente y la fría-; pero el proceso no es reversible. In altre parole, no podemos separar de esa agua tibia, la caliente y la fría originales. También estos conceptos: "ósmosis" y "entropía", o "leyes del caos" tienen aplicación en ciencias sociales y humanidades. Y todos los que están en el ajo saben que la entropía o "desorden" tiende a aumentar en sistemas cerrados -¿alambradas de púas, cercas, Mediterráneo?-.
Pero ocurre que, en la mentada "paradoja de Maxwell" -enunciada por una de las mentes más brillantes del siglo XIX-, volver al orden inicial es posible, a los fines de crear una máquina perfecta. Para ello James Clerk Maxwell imaginó una suerte de Golem que lleva su nombre. Y, para ver cómo actúa, volvamos al agua tibia, el Demonio de Maxwell divide el recipiente en dos con un tabique y una compuerta, que sólo él puede abrir o cerrar. Cuando ve pasar una molécula de agua fría en el lado de la derecha abre la compuerta y la empuja hacia el lado izquierdo y, cuando ve pasar una molécula de agua caliente en el lado izquierdo, abre la compuerta y la empuja hacia el lado derecho. Así, poco a poco, resuelve el "desorden entrópico" del agua tibia y vuelve a su "orden original", con toda el agua fría del lado izquierdo y toda la caliente del derecho. Aclaro, cualquier semejanza con la realidad de los refugiados varados en las fronteras sur de Europa es totalmente intencional.
Es sabido, no se puede poner barrera a las mareas, tsunamis o tempestades. Cuenta Herodoto, que en la Segunda Guerra Médica, Jerjes intentó cruzar el estrecho de Dardanelos (Helesponto), para ello mandó construir un puente con barcas, pero una tempestad se lo desbarató. Indignado, el rey persa ordenó darle trescientos azotes al mar y luego arrojar al mar un par de grillos "...y hasta oí también que envió también algunos verdugos que lo marcasen con estigmas..." La marea de refugiados sigue. Inútil azotar el mar. Y sobre el problema de la marea los pobres que buscan vivir mejor ya reflexionó el historiador árabe Ibn Jaldún (1332-1406) en su monumental Al-Muqadimah (Historia Universal), cuando nos cuenta cómo en el 732 -tan solo cien años después de la muerte de Mahoma- los árabes llegaron, desde la península arábiga, a ocupar toda la costa sur del Mediterráneo, parte de la Atlántica de Africa y casi toda España.
Hoy, los muchachos del Espacio de Schengen han habilitado al Demonio de Maxwell para que resuelva el problema con su compuerta y le encontraron el lugar -Grecia-, para que devuelva refugiados. En lo personal, creo que en el fondo, lo que los tranquilizaría del todo sería el otro Maxwell, el de los Beatles, el de Maxwell's Silver Hammer (El martillo de plata de Maxwell). Vale la pena escuchar la canción y si es posible ver una versión de la grabación en el estudio -el efecto de los golpes de martillo lo realizan golpeando con un mazo de herrero sobre un yunque-. La canción habla de un homicida que anda matando gente a martillazos, y así lo dice el estribillo: Bang! Bang! Maxwell's silver hammer / Came down upon her head./ Clang! Clang! Maxwell's silver hammer / Made sure that She was dead (¡Bang! ¡Bang! El martillo de plata de Maxwell / Cayó sobre su cabeza. / ¡Clang! ¡Clang! El martillo de plata de Maxwell / se aseguró de que estuviera muerta).
|