30 de abril 2017, domingo. Ayer, me reencontré en San Telmo con mi amigo Willy, un librero de viejo, de los de antes, que lo mismo te ofrece libros; que revistas; que posters; que una colección de programas del Teatro Colón del año 1924, encuadernada en cuero con anotaciones en tinta de su propietario o un menú del barco Cap Polonio, que hacía la carrera Hamburgo-Buenos Aires. Después de visitarlo, experimenté la sensación del cazador furtivo cuando vuelve del coto privado con alguna presa en el morral.
Escribí “reencontré” porque hacía casi un año que no nos veíamos y, con motivo de la visita de una amiga bibliotecaria de Nueva Orleans que andaba a la búsqueda de algunas de las rarezas que atesora en su Cueva de Ali Babá del papel impreso, recordé el tiempo pasado desde la última vez que nos vimos; preparé mi réplica a los seguros y justificados reproches y lo llamé por teléfono. Los presenté y nos pasamos varias horas y una veintena de fotos, revisando y seleccionando material para mi amiga y, de paso, me alcé con cuatro novelas de Ian Fleming que no tenía -me debo una lectura completa y ordenada de este autor, prometí hacer un rastreo por Internet para, de una buena vez, comprar todo en bloque pero editado en inglés-. Libro va, revista viene, encontré con un grueso volumen de fotos de Hemingway y me dediqué a mirarlo: "¿Te gusta Hemingway?", "Me encanta, he leído casi toda su obra", "No sabía, mirá esto que te puede interesar". A continuación, como un mago de la galera, sacó un folio plástico con tres revistas Life en Español con el rótulo "Hemingway parte 1-2-3" y un cuarto con otro ejemplar de la revista, pero sin rótulo.
No tuve tiempo para analizarlas con cuidado, dijo que las llevara y le avise si me interesan. Dry Martini de por medio acabo de leerlas; las tres primeras incluyen una entrega de tres notas que Hemingway escribió a su regreso a España en 1959, luego de una ausencia de casi 30 años, desde finales de la guerra civil. España marcó fuertemente su obra literaria desde sus comienzos como periodista: en febrero de 1922, a los 21 años, escribió una nota para el "Toronto Star", Tuna Fishing in Spain. Como es sabido, la obra de Hemingway está surcada de referencias a pintores, entre otros El Bosco, El Greco, Velázquez y Goya; en una de sus notas sobre tauromaquia escrita por aquellos años dijo de un pueblo -al cual viajó para ver una tarde de corridas- que, desde lejos el paisaje le recordaba los claroscuros de El Greco, pero cuando se acercaban a la plaza de toros, los mendigos y tullidos que pedían limosna lo "llevaban a Goya".
España aparece en cuatro obras de Hemingway -sin contar los relatos-: la novela The Sun Also Rises (1926), considerada su primer obra de envergadura; Death in the Afternoon (1932), extenso ensayo sobre tauromaquia y literatura; The Fifth Column (1938), su única pieza teatral y From Whom the Bells Tolls (1940). Esta última novela, por mostrar la barbarie de la guerra cometida tanto por republicanos y nacionales le costó la crucifixión de la crítica literaria marxista que llegó, incluso, a tildarlo de "fascista sin saberlo".
Hasta aquí mi larga amistad literaria con Hemingway, quien nació el mismo año que Borges -con los dos comparto el signo del horóscopo chino: Chancho-Jabalí-; pero, estas revistas Life en Español de 1960 -con fecha: 31 de octubre, 14 y 28 de noviembre- fueron como encontrar una vieja carta de alguien muy querido donde nos cuenta los detalles de su proceso creativo. Tres extensas notas ornadas con fotos en color, blanco y negro, y reproducciones facsimilares de su manuscrito que, como teselas, arman un mural bizantino de ese periplo que abarcó 13 ciudades españolas. Devoré las notas con la misma devoción que, hace casi tres lustros, leí en un día y medio Death in the Afternoon.
Las tres revistas me llevaron a imágenes tan familiares como olvidadas, coberturas fotográficas de la independencia de Nigeria, otra imagen que dio la vuelta al mundo, la instantánea en que el estudiante de extrema derecha Otoya Yamaguchi retira su tanto ensangrentado del vientre del líder socialista japonés Inejiro Anasuma que de pié, las rodillas levemente flexionadas y los anteojos con las patillas en las orejas pero caídos hasta el labio superior y las manos levemente extendidas anuncian su muerte inminente. La sonrisa obscena la gestualidad vulgar de Nikita Kruschev. Detalles gráficos que me remitieron a la guerra fría y las cuatro novelas de James Bond que le había comprado a Willy.
La cuarta revista estaba abierta por el medio, de manera instintiva la abrí para ver la tapa: 7 de agosto de 1961, ojeo algunas de sus artículos: "Las Filipinas aclaman a McArtur, el recibimiento triunfal del viejo soldado"; "Capítulo final de una gran obra" y "Su mundo era el peligro". Estas dos últimas notas son una sentida necrológica, hablan de la vida y obra de Hemingway, el suicidio y fotos de su vida. La postrera, tomada desde lejos con teleobjetivo, muestra el momento de su entierro con una minúscula comitiva, epígrafe: "En el entierro, que se realizó sin la pompa que hubiera repugnado a Hemingway...". Hemingway se suicidó el 2 de julio de 1961, nueve meses después de que sus notas sobre su último viaje a España fueran publicadas en tres entregas.
Vilas Matas dice en alguna parte a propósito del suicidio de Hemingway: "El ruido despertó a toda la casa".
Me quedo con las palabras de Borges, que reseñó la novela de Hemingway To Have and to Have not, en la revista "El Hogar" en mayo de 1938: "A continuación traduzco un pasaje. El tema es el suicidio en América: 'Algunos se despeñaban por la ventana de la oficina; otros se iban tranquilamente en garages para dos coches con el motor en marcha; otros seguían la tradición nativa del Colt o del Smith Wesson: esos instrumentos tan bien construidos que dan fin al remordimiento, acaban con el insomnio, curan el cáncer, evitan las bancarrotas y abren una salida a posiciones intolerables con la sola presión del dedo: esos admirables instrumentos americanos tan fáciles de llevar, de tan seguro efecto, tan indicados para concluir el sueño americano cuando este se vuelve una pesadilla sin otro inconveniente que el matete que tiene que limpiar la fam
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