DANILOALBEROVERGARA.COM.AR

Escritor Argentino

Buscar: Ingreso de usuarios registrados en RespodoTodo Facebook de Danilo Albero Vergara escritor argentino Twitter de Danilo Albero Vergara escritor argentino Blog de Danilo Albero Vergara escritor argentino Feed de Danilo Albero Vergara escritor argentino Diario de Danilo Albero Vergara escritor argentino
 

Danilo Albero (Mendoza, 1947). Es licenciado en letras, narrador y librero. Ha publicado los libros de cuentos: Estación Borges (Beas, 1994) y Al mejor cazador (Sudamericana, 2000); y las novelas: Confesiones de un dandy (Sudamericana, 1997), Jorge Newbery el señor del coraje (Sudamericana, 2003) y Variaciones Turner (Bajo la Luna, 2013) -finalista del concurso La Nación-Sudamericana 2005 con el título El Gran Oriental-. Junto con Beatriz Colombi publicó Los ‘trucs’ del perfecto cuentista (Alianza, 1993) -recopilación de  artículos periodísticos y de crítica literaria de Horacio Quiroga- que será reeditado en versión corregida y ampliada. Ha traducido del portugués autores brasileños clásicos y contemporáneos, entre otros: Aluzio de Azevedo (El conventillo, Simurg, 1997 y Amazon 2020), Machado de Assis (Ideas del canario y otros cuentos, Losada, 1993; Memorial de Aires, Corregidor, 2001; Don Casmurro, Amazon, 2020) y Rubem Fonseca, y del inglés a ErnestHemingway, George Orwell y Lafcadio Hearn.

Por su actividad como narrador y ensayista ha recibido premios nacionales e internacionales, entre otros: José Toribio Medina (1986), Primer concurso Play Boy de Cuentos en Español (1989), Primer Premio del Concurso Literario de Cuentos, Fundación Manuel Mujica Láinez Ana de Alvear de Mujica Láinez (1991), Fondo Nacional de las Artes (1993), Primer Premio de Narrativa del Concurso Felix Duarte de Santa Cruz de la Palma (España, 1994), Premio Edenor Fundación El Libro de Ensayo (1999), Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires (1998) y Premio Especial Eduardo Mallea de la Ciudad de Buenos Aires (2007).

Ha coordinado talleres literarios y dictó el seminario “Poéticas y prácticas del cuento” en la Maestría de Escrituras Creativas, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.

Ha publicado notas en el área de ecología, deportes no convencionales y de alto riesgo, y turismo aventura en las revistas Cuerpos y Mentes en el Deporte, WeekEnd y Supervivencia y Aventura. Ha colaborado en las revistas literarias Maniático textual (reseñas y entrevistas) y Con V de Vian (traducciones); con notas y entrevistas en los suplementos culturales de los diarios Ámbito Financiero,El Cronista, y La Jornada Cultural de México. Desde finales de 2015 al presente publica semanalmente en distintos medios virtuales notas literarias, de arte y ensayos.

Entre 1993-2000 fue miembro de la Comisión Directiva de Cámara Argentina del Libro, donde formó parte de las comisiones de cultura, prensa y comercio exterior. A partir de esa fecha al presente es miembro de la Comisión de Cultura de la Fundación el Libro. Donde ha dictado cursos e integrado jurados literarios.

 

ULTIMAS publicaciones

1 Homo legens Percances de una traducción
2 Galeria Beatriz Colombi. Diccionario de Términos Críticos de la Literatura y Cultura Latinoamericana.
3 Diario de marear Vitrinas, ventanas y vidrieras
4 Diario de marear Octógonos mexicas
5 Notas de Joe Turner El papel impreso prevalece
6 Diario de marear Nocturnalia
7 Homo legens Funcionalidad, forma, contenido
8 Diario de marear Balas de plata
9 Notas de Joe Turner Otros viajes
10 Homo legens Tiene dientes y los muestra
11 Notas de Joe Turner El western goza de buena salud
12 Homo legens Parábolas añejas, relatos nuevos
13 Galeria Danilo Albero y Ezequiel Martinez, 46 Feria Internacional del Libro 2022
14 Galeria Hinde Pomeraniec y Danilo Vergara, Premio Crítica Fundación El libro, 2022.
15 Galeria Premio Crítica Fundación El libro, en la 46 Feria Internacional del libro 2022.
16 Galeria Danilo Albero y Martín Kohan Premio crítica, 46 Feria del libro 2022
17 Notas de Joe Turner Alotropías
18 Galeria Danilo Albero,Victor Mascato y Nelly Espiño, 3 mayo, 46 Feria del libro 2022
19 Galeria Danilo Albero, Carlos Dámaso Martinez, 1 mayo, 46 Feria del libro 2022
20 Galeria Carlos Dámaso Martinez, Jaime Correas, Danilo Albero, 46 Feria del libro 2022, 1 mayo
21 Galeria Danilo Albero Vergara, moderador de "El enigma Di Benedetto", 46 Feria 2022, 1 mayo.
22 Galeria Carlos Dámaso Martínez, Jaime Correas, Danilo Albero, 46 Feria del libro
23 Galeria Danilo Albero y Ana María Shua, 46 Feria del libro 2022, 28 abril inauguración
24 Galeria Nelly Espiño, Danilo Albero, María Rosa Lojo, Silvia Plager, 46 Feria del libro 2022
25 Galeria 46 Feria libro 2022, 28 abril, inauguración, Danilo Albero y Gustavo Nilsen
26 Galeria 46 Feria libro 2022, 28 abril, inauguración, Danilo Albero y Nelly Espiño
27 Diario de marear Relictos y derelictos
28 Notas de Joe Turner Hipocondría y humor negro
29 Diario de marear Rastas amarillo intenso
30 Notas de Joe Turner Voladores, ictiandros, somormujos

Ultimas publicaciones

Percances de una traducción
Percances de una traducción

Al escribir para publicar en la web, tengo por límite entre ochenta y ciento diez líneas o su equivalente entre mil y mil seiscientas palabras. Cuando tengo en claro un proyecto de nota para mi página, u otro medio virtual, registro en el cuaderno “Manuscritos web” fecha, idea y probables variantes; aunque no necesariamente será la próxima nota ─de hecho ésta remite a marzo 2020─; cuando la veo publicada, cruzo en rojo el borrador del cuaderno.

El título y el fin es lo primero que defino. Pero, no más empezar esta nota, ya dudo si no sería más apropiado titularla “Turner coloca una mancha en su óleo”.

Los contratiempos surgen cuando escribo ficción, no con traducciones; el equilibrio del proceso de escritura narrativa es como el juego de palitos chinos, a veces mueves uno y cambia toda la disposición. No obstante, la primera versión manuscrita deglute y asimila los desórdenes que van surgiendo; como Cronos se devoraba a sus hijos yo devoro el desorden; aunque pensándolo bien, prefiero al suido aludido por el viejo Vizcacha: "El cerdo vive tan gordo / Y se come hasta los hijos".

Hasta el momento no me había pasado lo mismo con las traducciones. Pero estoy trabado con Gombo Zhèbes, antología en la que vengo trabajando hace casi una década ─va por su sexta revisión─. El libro es la recopilación de trescientos cincuenta y dos proverbios en lengua Creole con sus variantes dialectales ─Islas Mauricio, Trinidad, Guayana Francesa, Martinica, Haití y New Orleans─ hecha por Lafcadio Hearn y publicada en 1885 por un mítico editor de Nueva York, al cual le debo un artículo: Will H. Coleman ─tengo dos de sus ediciones originales en PDF, los originales en papel cuestan cifras que rondan los tres ceros en dólares y mi fetichismo por los libros no pasa por ediciones originales─. Gombo Zhèbes reúne proverbios Creole, transcriptos junto con su traducción en francés a las que Lafcadio Hearn agregó la traducción al inglés, y colocó aclaratorias notas al pie.

La lengua y cultura Creole tuvieron origen en el patois que hablaron los esclavos negros llevados a nuevas tierras y se fue enriqueciendo con sucesivas generaciones. Una de las características de la comunidad Creole, que la diferencia de la cultura de otros esclavos negros, es que son francófonos y su religión ─incluidos ritos sincréticos─ es la católica apostólica romana. Que aquello de “vamos juntos, pero no entreverados” también vale para los esclavos, y no es lo mismo ser descendiente de esclavos protestantes anglófonos de New York, por ejemplo, que de New Orleans o Martinica. Los Creoles son tan orgullosos de sus orígenes como los muy WASP (White Anglo Saxon Protestant) Boston Brahmins, aristocracia bostoniana descendiente de los primeros colonizadores e igualmente linajudos y presumidos de sus orígenes.

La lengua Creole tiene una característica particular: se estructuró, pese a las distancias que separaban a los grandes asentamientos franceses en América, como una lengua franca y fue adoptada por algunos eruditos amos franceses bilingües que llegaron a escribir relatos en ella, o recopilar los de tradición oral ─algunos, reinterpretaciones de fábulas europeas─, inclusive escribieron gramáticas de este patois. El hechizo por la cosmovisión que encierra esta lengua, para mí resucitó con esta fatigada traducción y, como el fantasma del castillo Elsinore, me acucia.

Gombo Zhèbes, me desquicia porque, mientras más reviso la traducción, me mimetizo con el protagonista de "La busca de Averroes", queriendo imaginar qué es un drama sin saber lo que es el teatro; y cada relectura aumenta mi ignorancia del cada vez mayor contexto ignorado que circunda estos proverbios. Así, me instala en el desorden y, lo que es peor, me hace disfrutar del mismo; porque la versión original tiene ciento cuarenta y seis notas al pie de Lafcadio Hearn, hasta el momento le he agregado ciento treinta y tres mías, y en las casi cincuenta líneas que llevo escritas hasta aquí, he pensado en otra más.

Las anotaciones que he añadido son de dos tipos: las primeras relacionan los proverbios entre sí o aclaran errores en la traducción al inglés ─o acepciones al francés─ de Lafcadio Hearn; las segundas contextualizan algunos significados. Muchas de estas sentencias, hacen alusión metafórica ─las menos de manera contundente─ a la dura vida de los esclavos y a las rigurosas leyes que los regían.

En el último repaso de mi traducción de Gombo Zhèbes, el interrogante surgió en el proverbio trescientos diecisiete, originario de Louisiana: Tout ça c’est commerce Man Lison. (Tout ça c’est affaire de Maman Lison) y la traducción de Lafcadio Hearn es “All that’s like Mammy Lison’s doings” (Todo esto es como los enredos de Mamá Lison). Y en su nota al pie, Lafcadio Hearn aclaró ─la traducción es mía─ “Esta locución se usa cada vez que algo se hace mal; en Creole commerce significa casi lo opuesto que en francés. Nunca he podido averiguar quién es esa tradicional Man Lison”.

En marzo de 2020 hojeé en vuelo rasante una novela de George Washington Cable, cuyo PDF había bajado de internet, The Grandissimes (1880) publicada cinco años antes que la traducción de Lafcadio Hearn y que llevó a una nota mía al proverbio trescientos diecisiete, a continuación de la de Lafcadio Hearn, y es la trascripción de un párrafo de la novela: “Their economy knew how to avoid what the Creole-African apothegm calls commerce Man Lizon--qui asseté pou' trois picaillons et vend' pou' ein escalin ─bought for three picayunes and sold for two─” (“Su economía sabía cómo evitar aquello que el apotegma Creole-Africano llama commerce Man Lizon--qui asseté pou' trois picaillons et vend' pou' ein escalin ─enredo Man Lizon, comprado por tres picayunes y vendido por dos─”). Y me quedé pensando en que, pese a su amistad con George Washington Cable, reconocida autoridad en la cultura e historia Creole de Nueva Orleans, Lafcadio Hearn no lo haya consultado a la hora de hacer su recopilación ni que tuviera presente a The Grandissimes, publicada un lustro antes que su Gombo Zhèbes.

Hay una escena de la película Turner (2014) basada en un hecho real: el “varnishing day” de 1832 ─día en que se permitía a los artistas retocar sus obras o barnizarlas, estando ya colgadas, evento en el que críticos y coleccionistas podían ver las obras antes de abrir la exposición al público─. En esa oportunidad, colgaron el Helvoetsluys zarpa de Utrecht, marina de Turner, en matices grises y verdes al lado de El día de la apertura del puente de Waterloo, de Constable, obra de un formato más grande de lo que solía utilizar. Cuando Turner vio el cuadro de Constable, aplicó con toda decisión una mancha roja sobre el agua, que luego convirtió en una boya. Constable, estupefacto, aclaró: “Vino y disparó un pistoletazo con el pincel”. Turner dio vida a sus verdes, usando el contraste de su color complementario, el rojo, y, a la vez, lo relacionó con los colores cálidos del cuadro de su colega.

Para mí ese pistoletazo fue el pasaje de The Grandissimes, peor todavía; el disparo de un francotirador. Hay más francotiradores al acecho, esperan a que me decida a retomar la traducción de Gombo Zhèbes.

 





Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.
Beatriz Colombi. Diccionario de Términos Críticos de la Literatura y Cultura Latinoamericana.
Beatriz Colombi. Diccionario de Términos Críticos de la Literatura y Cultura Latinoamericana.





Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.
Vitrinas, ventanas y vidrieras
Vitrinas, ventanas y vidrieras

La presencia del vidrio, en sus dos usos frecuentes en cotidianidad, es ambigua. Puede ser elemento transparente de separación o aislamiento, que deja ver lo que está detrás, o integrar espejos que no son transparentes, pero devuelven de manera invertida la imagen enfrentada.

En el primer caso, el uso en vitrinas, ventanas y vidrieras nos sitúa como si estuviéramos frente un cuadro, tal como se lo concibe desde el siglo XV con el descubrimiento de la perspectiva. Desde este punto de vista, un cuadro es una suerte de ventana que ofrece una visión “real y ordenada”, del mundo y nos permite participar del relato visual que retrata.

Así, en vitrinas, ventanas y vidrieras los vidrios enmarcan, al igual que una pintura, pero a veces reflejan e incorporan otros elementos al encuadre, actuando como espejos transitorios. No es infrecuente mirar escaparates de tiendas, para vernos integrados, junto con lo que está y se mueve atrás y alrededor nuestro ─otros espectadores de la vidriera, peatones, autos, ciclistas─, en movimiento como una película o detenidos, como un fotograma. Y de este efecto puede dar cuenta un cuadro que, desde que fue pintado, fue una granizada que estremeció el vidrio de la ventana abierta por los pintores renacentistas: Las meninas de Diego Velázquez cuyas relaciones especulares viene haciendo reflexionar a espectadores, pintores, fotógrafos y cineastas.

Ayer, 5 de febrero, salimos con Beatriz para el alquiler, caminata y compras sabatinas. El camino hasta el Video Club es abundoso en casas, algunas de ellas, gracias al calor del mediodía, abiertas. El detalle, no menor, permitió colmar mis compulsiones de voyeur, hecho que me valió no pocos retos. Suele haber un recurso a mano, en este paseo fueron dos; el primero es lo que llamo “efecto mirar al cielo” y es pararse en la vereda, piernas abiertas cabeza echada hacia atrás, mirando hacia arriba ─una mano en visera sobre los ojos añade teatralidad, mi caradurismo no llega tan lejos─, en breve habrá otros desconocidos escudriñando las profundidades en lo alto.

El otro, fue ante interiores realmente dispuestos con gusto y, tentada por mis comentarios, la bella claudicó a mis fisgoneos y comenzábamos un intercambio de opiniones estéticas, ahora matizada con la obra de Edgard Hopper, pintor de interiores vistos desde la perspectiva del peatón si los hay. Nuestra flanerie se enriqueció ─mejor, “contrastó”─ por otras ventanas que abrían espacios con un desorden al estilo plot twist (giro en la trama) que volvió a colocar en la vidriera a la ex influencer del orden, Marie Kondo, luego de que, con la llegada de su tercer hijo, cambió despojo y orden, abdicando por el desbarajuste y acumulación caótica.

La cuadra previa al Video Club la ocupan dos altas torres con jardines al frente, la esquina donde nos dirigíamos tiene tres planos encristalados: una puerta en ochava contorneada por dos vidrieras, fue la cereza del postre. Las ventanas salientes con tres lados tiene un nombre que el viernes, pensando en esta nota que estoy redactando, me desconcertó: bow window ─así es la entrada del Video─, y me desconcertó porque siempre relacioné a estas ventanas con los castillos de popa encristalados de los antiguos veleros, donde tienen su cuarto los capitanes, pero bow en inglés es proa ─ya popa es stern.

Hurgando en el Merriam Webster superé la duda, bow también es arqueado o combado. Pero luego Google me quitó la restante: ¿cómo se llaman las ventanas de múltiples hojas en las popas? Fue al ver imágenes del magnífico castillo de popa del HMS Victory, buque insignia del almirante Nelson, que surgió la respuesta. Es impresionante la vista de las tres cubiertas con ventanas con cristales. Estos ventanales son poliédricos, con varias hojas para acompañar de manera armónica la forma redondeada de popa; se los llama bay windows. Saliendo del video comenté a la bella de estas sutilezas náutico arquitectónicas que, de haber vivido por aquellos años, habrían hecho las delicias de Hopper.

Porque si hay algo que caracteriza a Edward Hopper es la manera de ver el mundo, donde se mezcla la particular visión del entorno captándolo a través de su mundo interior y relacionando situaciones que le son inspiradoras; así recrea y moldea arquitecturas y situaciones reconstruyéndolas en forma personal e individual. De alguna manera algunos flaneurs somos Hopper porque, aunque caminemos solos, no estamos aislados y abandonados sino en una soledad integradora, miramos y también somos observados. Hay dos perspectivas a través de la ventana, desde el exterior, el que pasa y atisba, o desde el interior, la del testigo que permanece; distancia o proximidad.

De un lado a otro la ventana agrega la cualidad de un espejo al que es posible atravesar, como Alicia en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, donde cosas que suceden en el relato parecen, metafóricamente, reflejadas en un espejo. Fue lo que le sucedió al protagonista del cuento de Cortázar que permanecía horas mirando a un axólotl en el acuario del Jardin des Plantes, hasta que se transformó en uno de ellos, observando al hombre que pasaba horas del otro lado del vidrio.

Así como, dos siglos y medio después que Velázquez, Picasso y los cubistas fueron una granizada más fuerte que hizo añicos el vidrio de la ventana de los renacentistas; el 10 de noviembre de 1938 otra lluvia de piedras, siniestra y asesina, destrozó los cristales de ventanas y vidrieras de sinagogas y negocios judíos en ciudades de Alemania y Austria: “La noche de los cristales rotos”, acto que fue vitrina de la barbarie nazi que habría de sobrevenir.

Noche anticipada nueve años antes por Discépolo, en Cambalache, por aquello de: “Pero que el siglo 20 es un despliegue / De maldad insolente, ya no hay quien lo niegue… Igual que en la vidriera irrespetuosa / De los cambalaches se ha mezclao la vida”.

 





Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.
Octógonos mexicas
Octógonos mexicas

Leí la reflexión “somos lo que comemos” en algún libro sobre historia de la alimentación; rastreé su autor y entorno y la tengo presente porque la frase define culturas, lo que se puede y no se puede comer: halal para musulmanes, kosher para judíos. Mi afinidad entre ser y comer se debe a que atesoro libros en distintos estantes sobre alimentación y culinaria. En la cocina: el clásico de Doña Petrona; Cocina popular chilena ─herencia de mi madre y del cual ignoro el autor o autora, no tiene tapa ni contratapa, y la portadilla no tiene referencias─, de este libro incorporamos a nuestra dieta las churrascas o tortillas al rescoldo ─si en lugar de ostias se consumieran calientes y untadas de manteca, la sainte mère eglise podría recuperar posiciones frente al avance de iglesias evangélicas─ y las sopaipillas de calabaza; el destartalado El práctico resumen de cocina y pastelería con 5250 recetas, de Ramón Rabasó ─edición de 1941, herencia de mi padre y que nunca me prestó porque sabía que no se lo devolvería─ del cual aprendí el secreto del fumet y el fond brun; Comer bem de Dona Benta ─desde el exilio en Brasil la feijoada y la farofa pasaron a ser plato de los lunes.

Somos lo que comemos, y lo que bebemos, leemos, vemos en el cine y televisión o lo que vestimos. También de nuestros viajes traemos gustos, sabores y, en mi caso, lecturas. De Hungría, traje la afición por la crema ácida y los niños envueltos en hojas de col condimentados con paprika; de New Orleans, la comida creole, sus especias y el cocktail de la ciudad, el Bloody Mary ─con un tallo de apio para revolverlo y mucha salsa Tabasco─; de México nuestra cena de los sábados, tacos y los más difíciles de preparar chiles en nogada. De Boston fue el clam chowder y los dry martinis.

Ya en otra biblioteca: Fisiología del buen gusto de Brillat Savarín; los siete tomos de Historia natural y moral de los alimentos de Toussaint-Samat y, en la misma línea, Gastronomía e imperio de Rachel Laudan.

De allí que “somos lo que comemos”, si bien no he leído la obra del autor, el humanista ateo alemán Ludwig Feuerback, es una frase que tiene una densidad que va más allá de su mero enunciado. Feuerback acuñó esta máxima a mediados del siglo XIX; lo hizo para criticar la visión de la iglesia, que decía que los seres humanos únicamente necesitaban pan y agua para vivir y así defender el derecho de clases sociales más desfavorecidas a tener una buena alimentación.

El hambre, tema caro a la literatura, siempre tuvo protagonistas que arrancan de la picaresca española al presente; y es uno de los orígenes de revoluciones y desmanes que sobrevienen; “Qu'ils mangent de la brioche” (“que coman pasteles”), dicen que dijo María Antonieta cuando la anoticiaron de que los pobres reclamaban pan. Verdadera o falsa la reflexión, la reina, meses después que su marido, y de muchos culpables e inocentes durante el período El terror, supo de la eficacia del invento del doctor Guillotin. El tema del hambre sigue pungente y, setenta años después de Feuerbach, Kurt Weil y Bertold Brecht reflexionaron ─ahora dentro de las hambrunas de los primeros años de la República de Weimar─ en La ópera de los tres centavos: “erst kommt das fressen, dann die moral!”, (“primero traten de alimentarnos, ¡comer primero, luego la moral!”).

Hoy, domingo 18 de diciembre 2022, escuché por radio a uno de los de los dueños de un restaurant del barrio, famoso por su parrillada, la expresión “carne de res madurada”, que a muchos de sus clientes “el gusto le pareció medio abombado”. Sin haber probado, ni pienso, la mentada carne de res madurada ─envasada al vacío y dejada estacionar cierto tiempo a poco menos de un grado bajo cero─, coincido con lo de “medio abombada”. El método es viejo como el tiempo, consiste en dejar “pasar” un tiempo al aire libre la carne de caza, de volatería o pelo, antes de cocinarla, en francés se llama faisandage a este proceso. Sea como sea, y con el nombre que se desee, la “maduración de la carne” le da lo que la RAE define como husmo: “Olor que despiden de sí cosas como la carne, el tocino, el carnero, la perdiz, etc., que ya empiezan a pasarse”; de husmo derivan husmar y husmear, sinónimos que significan rastrear con el olfato o indagar con disimulo. Por su olor los reconoceremos.

Del reciente viaje a México, donde Beatriz participó en un par de mesas en el XXVIII Coloquio anual del CIALC (Centro de Investigaciones de América Latina y el Caribe), donde aparte de disfrutar de nutritivas exposiciones, sobre realidad e historia política y cultural de la región, degustamos delicias de la cocina regional; la generosidad y munificencia son el cuño de la UNAM. También un descubrimiento gastronómico, delicia de la cocina fusión mexica: los oniguiris, variante de sushi maki ─envuelto en alga nori─, pero triangular, con arroz y arrachera ─carne cortada en tiras para hacer tacos─. También entramos en contacto con los etiquetados frontales, octógonos que ya aparecen en todos los alimentos elaborados. Pude detectar cinco: “Exceso de calorías”; “Exceso de azúcares”, “Exceso de grasas saturadas”; “Excesos de grasas trans”; “Exceso de sodio”. También dos rectángulos: “Contiene cafeína. Evitar en niños” y “Contiene edulcorantes. Evitar en niños”. De donde, tratándose de alimentos, se podría aplicar la máxima del Flower Power de los ’60 del siglo pasado: “Todo lo que me gusta, hace mal a la salud, es inmoral o engorda”. Pienso si no faltaría otro octógono para el etiquetado frontal: “Proceso de Faisandage”. Y esto también se podría aplicar a ciertas ponencias del XXVIII Coloquio anual del CIALC.

Porque, dentro de las treinta y poco nutritivas exposiciones que pudimos escuchar, hubo casi una docena con husmo. Entre ellas dos de compatriotas, una de un antiguo compañero de facultad ─dos años detrás de nuestra promoción─, que perfilaba como chanta; ahora es filósofo chanta con un doctorado y poco más de un cuarto centenar de libros perpetrados. Supongo que, la corrección y buenos modales de los presentes los llevó a dialogar con los expositores con husmo a través de preguntas, más o menos cuestionadoras pero, de México trata, de grado muy alto en la escala de Scoville ─usada para medir picor o pungencia en guindillas y chiles─. Actitud culinario académica que me evocó la reflexión del poeta y filósofo hispano judío andalusí, Salomón ibn Gabirol, hace ya doce siglos: “Una prueba de las buenas maneras es la paciencia para con las malas”.

Quizás, a modo de encuesta anónima, sería bueno desarrollar la clasificación de los octógonos mexicas para evaluar expositores en encuentros académicos.

 





Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.
El papel impreso prevalece
El papel impreso prevalece

 

Hace dos semanas, Ángel, el encargado del edificio, mandó, a los vecinos del consorcio, un mensaje por WhatsApp donde nos informó que el domingo, junto con su esposa e hijo menor, tuvieron un accidente en el auto de un matrimonio amigo. El mensaje llegó acompañado de fotos del auto ─se salvaron de milagro, aunque los cinco bastante contusos─; el que más riesgo pasó fue el hijo de Ángel quien, luego de una tomografía ─fotos del tomógrafo con el niño adentro─ debió quedar internado cuarenta y ocho horas ─fotos del chico en la cama de la clínica y al lado la cara afligida de la madre─. Los días posteriores estuvieron cruzados por mensajes de texto e imágenes donde Ángel nos participaba sus angustias como padre, también de los noticieros donde se comentaba el accidente y la filmación de los dos vehículos destruidos, además de links para que viéramos los detalles truculentos.

Los mensajes colectivos de Ángel forman parte de su rutina para comunicarse y parece que fueron copiados por Eliseo ─el protagonista de la serie El encargado─ en lo que hace a la manera de participar e involucrar a los vecinos de un edificio. En realidad, creo que después de ver a Guillermo Francella en el rol de Eliseo, algunos propietarios e inquilinos de Buenos Aires vemos sus operaciones y estrategias de comunicación en nuestros porteros.

Pero la historia continuó los días siguientes cuando, con su hijo fuera de peligro, Ángel-Eliseo volvió al trabajo; ahora contó sus padecimientos y angustias a otros encargados de la cuadra, al peluquero y al zapatero que están próximos al edificio.

Su desgracia y angustia me evocaron la frase Otto Dix a raíz de algunos de sus cuadros más chocantes sobre mutilados de la Primera Guerra Mundial, “Seré famoso o tristemente célebre”, también algunas tomas de Wee Gee, famoso fotógrafo de asesinatos en Nueva York en los años ’30 del siglo pasado, y su reflexión  ─“Murders, were the easiest to photograph because the subjects never moved or became temperamental”─. También, pero sin tener idea de lo que estaba haciendo, Eliseo-Ángel, redactó un episodio nuevo para sumar a los otros veinte de una inolvidable película de mediados de los 60 del siglo pasado: I Monstri.

Recordé las fotos de la exposición de Wee Gee en Marzo del 2012, Murder is my Business, que vimos con Beatriz en el International Center of Photography de Nueva York. En ese santuario, sacar fotos de las fotos de los muertos, criminales y voyeurs de Wee Gee estaba vedado por otro Ángel ─el de la espada flamígera de las voces de los guardias de la sala que, cada dos por tres advertían “¡no photos please!”; no me detuve a observar si era para paralizar a alguien que intentaba hacerlo o como mera advertencia─. Tengo vívidas escenas retratadas: multitudes que observan muertos, tragedias, y las caras de los espectadores ─más inquietantes que las tragedias, los criminales o las víctimas─ contentos de aparecer en la foto que habría de salir en los diarios; por suerte todo eso se puede rescatar en Internet. También recuerdo que había una reconstrucción del dormitorio de Wee Gee y eso no se puede rescatar por Internet.

Lo que lamento de aquel viaje es que, por una razón que ignoro, borré los achivos RAW y jpg de las fotos de Nueva York que saqué. No las tengo en mi computadora, no las tengo en los discos rígidos externos que uso para tener copias de respaldo; copias que hago cada fin de semana de manera alternada en cada disco con obsesión de archivista. He borrado mis fotos. Lamento haber perdido una serie de dos músicos solitarios que encontré ensayando en el Central Park, un clarinetista y un saxofonista.

Sin embargo, conservo un álbum con fotos que saqué en Berlín en 1985 con una Olympus OM10 analógica ─actualmente reemplazada por una Fujifilm X-E3 digital─, imágenes en color que el tiempo viró a sepia pero, escaneándolas y retocando con Photoshop se podría recuperar el color original e incluso retocarlas ─aunque ahora en formato digital─. En aquellas fotos se puede ver el muro, algunas tomadas desde un mirador que se había levantado ex profeso en el lado occidental, desde donde se puede apreciar claramente que el muro era doble con una extensa explanada, con cercas de alambre de púa al medio para dificultar más el escape y facilitar la acción de los tiradores que abatían a quienes intentaban cruzar al lado occidental; otras de las lápidas de los que habían muerto en el intento; Checkpoint Charlie; y, del lado del este, Alexanderplatz, soldados alemanes de Alemania Oriental desfilando, con uniforme de tropas del ex Pacto de Varsovia, pero con paso de ganso y Kalashnikov al hombro, con el valor agregado del comentario de un conocido argentino que vivía en Berlín occidental y que ofició de Tiresias en ese paseo por el “lado de los malos”: “qué te extraña, Danilo, son prusianos y llevan cuarenta años de estalinismo”. Tengo las fotos de Berlín en papel de 1985, las puedo digitalizar. Pero se me perdieron las de New York de 2012. Deberé acostumbrarme a seleccionar cada vez que saque fotos las que más me gusten y tener copia en papel.

Otro tanto debería hacer Ángel, si quiere mantener el registro de su tragedia y también del rol involuntario de guionista de un nuevo sketch para sumar a los otros veinte de aquella inolvidable película de mediados de los 60 del siglo pasado I Monstri de Dino Risi. Vale la pena verla, o volverla a ver.

 






Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.