DANILOALBEROVERGARA.COM.AR

Escritor Argentino

Buscar: Ingreso de usuarios registrados en RespodoTodo Facebook de Danilo Albero Vergara escritor argentino Twitter de Danilo Albero Vergara escritor argentino Blog de Danilo Albero Vergara escritor argentino Feed de Danilo Albero Vergara escritor argentino Diario de Danilo Albero Vergara escritor argentino
 

Notas de Joe Turner

Arte virtual

Hace semanas leí un par de artículos en la página web de Scientific American que me hicieron pensar en varias lecturas y cuadros y, en ambos casos, no pude soslayar la correspondencia de estas notas con la actividad del creador en el campo del arte.

El primero de los artículos, en un tono de ciencia ficción que bien podría haber sido escrito por Julio Verne, habla de “terraformar Marte”. El proyecto de reingeniería exige, antes que nada, tornar más densa la atmósfera para aproximarla a la terrestre y, de paso, elevar su temperatura, para lograrlo bastarían apenas algunas explosiones termonucleares en los polos, lo cual aumentaría la cantidad de anhídrido carbónico en el planeta para lograr un "efecto invernadero". Este primer cambio licuaría gran parte del agua congelada bajo la superficie para hacerla aflorar. Con este primer paso estaríamos en el segundo día del Génesis “Hizo Dios el firmamento, y apartó las aguas que estaban debajo del firmamento, de las aguas que estaban sobre el firmamento. Y fue así”.

No ya un día, sino décadas después, cambiada la atmósfera marciana, se procedería a la primera “siembra selectiva de microbios” terrícolas. Nuestro planeta está repleto de microbios de gran diversidad genética, que impregnan rocas e interactúan con la química de los suelos; habría que investigar qué ecosistema de la tierra se aproxima a la realidad de Marte y “sembrar” el cuarto planeta con microbios para que se reprodujeran y así hacer la gran remake del tercer día bíblico: “Dijo asimismo (Dios): Produzca la tierra hierba verde y que dé simiente y árboles frutales” Gen 1,9.

Pienso si: escritores, plásticos, fotógrafos, músicos y cineastas no hacen otro tanto con sus procesos creativos. Porque además, este proyecto de ciencia ficción que leí en Scientific American refería a un concepto de las ciencias biológicas que me hizo viajar en el tiempo, nueve lustros atrás; a dos materias de mis años de secundaria, zoología y botánica. Este concepto se llama dormancia, aunque por aquellos años se llamaba hibernación en zoología y latencia en botánica. En el caso del reino animal algunas especies consagran sus meses de verano y otoño para alimentarse y acumular reservas en su organismo -el ejemplo típico eran los osos, pero también se da con murciélagos, algunas larvas y caracoles-. Cuando llegan los fríos invernales, buscan refugio en lugares abrigados y quedan adormecidos, en estado de suspensión de sus actividades vitales reduciendo el metabolismo al mínimo. En esos meses el organismo de estos animales consume las reservas acumuladas para luego “revivir” en primavera. Más interesante y complicado es la latencia en el reino vegetal, hay casos comprobados de semillas, bulbos o esporas que permanecieron siglos a la espera de la oportunidad para florecer.

La otra reflexión, cuando la relacioné con "terraformar Marte", fue la teoría del “agua virtual”, concepto desarrollado en 1993 por el profesor John Allan de la London University y por el cual recibió el Stockholm Water Prize en 2008. El "agua virtual" es la que no vemos pero se utiliza para fabricar cualquier producto hasta que llega a nuestras manos. Por ejemplo: una taza de café contiene 140 litros de "agua virtual", esto incluye todo el proceso de cultivo, procesado de los granos, empaque y transporte de los mismos. Otros casos: un jean demanda 11.000 litros; una tonelada de papel entre 200 y 300.000 -una hoja de papel A 4, contiene, según cálculos más o menos apocalípticos, poco más de medio litro de “agua virtual”-; un kilo de carne vacuna, 16.000.

A la luz de estos dos artículos pienso en ¿cuántos libros yacen en "estado de hibernación" o como “lecturas virtuales” detrás de un cuento o de una novela?; ¿cuántos cuadros detrás de un cuadro, cuántas películas detrás de una película?

En un reportaje que le hizo Dorothy Parker a Hemingway en 1929 le preguntó cuáles eran los escritores que más le habían influenciado. De la lista de Hemingway recuerdo a tres: Velázquez, Goya y el Bosco.

Tres años después de esta entrevista en New Yorker, en Death in the Afternoon, Hemingway nos contará de un viaje a la ciudad de Aranjuez y de su llegada para ver corridas de toros: “There are avenues of trees like the background of Velazquez canvasses...” (“Allí hay avenidas de árboles, como en los fondos de los lienzos de Velázquez...”). A medida que avanza por la villa, Hemingway nos describe las vendedoras callejeras que ofrecen frutillas y espárragos y la oferta de comidas y vino Valdepeñas de las tabernas que bordean la calle que lleva a la plaza de toros, donde los recibe una multitud de mendigos, tullidos y mutilados para concluir: “The town is Velázquez to the edge and then straight Goya to the bull ring.” (“La ciudad es Velázquez -esto es, hasta que se acaban las avenidas de árboles- y luego Goya hasta la plaza de toros”). Por último la apuesta final de Hemingway en su libro póstumo Islas en el golfo; donde el protagonista, Tomás Hudson, alter ego del escritor es un pintor famoso. Durante el almuerzo en una taberna, el propietario, Bobby le sugiere a Tomas Hudson que pinte un gran mural en una vela representando un huracán y  tres trombas asolando la costa, castigando a moradores y pescadores negros. En un pasaje de cuatro carillas el tabernero le sugiere e inventa un tríptico de El Bosco. Tomás Hudson concluye “Había un hombre que se llamaba Bosch y que pintaba muy bien en esa línea."

Siempre en el campo de “las artes plásticas virtuales” o "artes plásticas en hibernación", que afloran en la literatura, imposible dejar de lado "Oda a una urna griega". O fantasear acerca de cuantos cuadros latentes o virtuales hay en la obra de Gogol.

Mantengo vívida mi primera experiencia con el Guernica de Picasso, fue en 1978 cuando todavía estaba en el MoMa en New York, fue un amor a primera vista -le "dediqué" un cuento que publiqué en mi primer libro: "La primavera murió en Guernica"-. Al año siguiente volví a enfrentarme con el óleo y ya sabía algo más: es el cuadro que más veces he visto en mi vida. A las dos visitas en New York le sumo su primer destino en Madrid: el Casón del Buen Retiro y cuatro veces en el Museo Reina Sofía. La última fue en febrero de 2015.

Para esta octava visita al Guernica del año pasado yo llevaba 37 años leyendo sobre él, visitando museos, acumulado en mi experiencia visual, cuadros, esculturas, edificios y puentes; y transitado por una maestría en historia del arte. De la exposición Barcelona and Modernity en el Met de New York en el 2007 me había traído el catálogo que tiene un capítulo dedicado a la "Exposición de Arte y Tecnología" de 1937 en París, donde el Guernica fue exhibido por primera vez. También, en aquella exposición, vi una maqueta del Pabellón Español, se indicaba dónde se expuso el óleo. Sabía de su composición en tríptico, de las "pinturas virtuales" que estaban "latentes" en él: el Goya de Los fusilamientos del 3 de mayo, el Rubens de Las consecuencias de la Guerra, el Delacroix de La matanza de Chios, el Gericault de La balsa de la Medusa, el Geni de La Matanza de los inocentes, el Caravaggio de La conversión de San Pablo. Bien podía decir le Guernica, c’est moi.

En febrero de 2015, en la última visita al Museo Reina Sofía, frente al cuadro, Beatriz propuso que escucháramos lo que decía la guía que acompañaba a un grupo de visitantes. Luego de otorgarle un par de minutos a los espectadores para que asimilaran la experiencia visual, la guía nos dijo: "Ahora, antes que nada, observad los ollares y dientes delanteros del caballo que relincha despavorido en el vértice del tríptico en el centro del borde superior, vistos aislados, representan una calavera."