He reflexionado en Palabras 1 acerca de mi pasión por el significado de éstas, hasta el punto de no poder leer sin ayuda del diccionario y lápiz.
Por los años que vivíamos en Río de Janeiro, -illo tempore, cuando ya se conocían, además de coca y morfina, LSD y nuevos alucinógenos; pero los muchachos ya no usaban gomina sino que se pasaban por el pelo la cera de las tablas de surf para aclararlo- iba a la playa con material de lectura y una entonces flamante edición de los '80 del Pequeño Larousse Ilustrado. Este volumen está casi destruido pero todavía lo conservo junto una edición de principios de este siglo. La razón de llevar el diccionario era que no podía -ni puedo- avanzar en mis lecturas si me trabo en el significado o historia de una palabra o personaje. Hace casi un lustro que con el smartphone, uno de los dos objetos que me han cambiado la vida -el otro, los lentes de contacto multifocales-, me alivio de llevar el Pequeño Larousse Ilustrado a los lugares donde no puedo acceder a Internet.
Esta mañana, durante el desayuno, leyendo una nota en El País, me crucé con una expresión a la que no recordaba haber sido presentado: 'tener a gala'. Abrí el diccionario de la RAE en el celular, con pantalla de 5,8 pulgadas y ¡Cerise sur le gâteu!; veo que, casi al final de la página de búsqueda hay una sección 'Palabra del día'; la de hoy, domingo 14 de enero de 2017, es: batiburrillo. Ya por el término elegido, estaba predestinado a escribir estas líneas; como asimismo, de hoy en más, a un nuevo ceremonial de obsesivo: entrar todas las mañanas, a la hora del desayuno, en el diccionario de la RAE para ver la nueva 'Palabra del día'.
En Palabras 2 comenté de mi transitado Diccionario Caótico, desordenado alfabéticamente. Lo que no he escrito es de la otra parte del diccionario, la que escribo en sentido inverso, a partir de la contratapa. Allí empecé, también al azar, una lista de homófonos y homónimos. El origen de esta nueva sección fue una nota sobre una declaración de Gabriel García Márquez dónde, por razones que ignoro -pero no por ello inexplicables-, reivindicaba pasar por alto las normas gramaticales y léxicas a la hora de escribir. La primera reflexión la recibí de un amigo por e-mail y fue: "¡Gabo! Errar es humano, herrar es equino"; bella y contundente paradiástole para decirle burro al de Aracataca.
Errar o herrar, that's the question, porque a la hora de diferenciar homónimo y homófono, tampoco el diccionario de la RAE es muy claro. La primera relación que se me ocurrió cuando releí las dos definiciones fue una nota que leí, de niño, en la revista Rico Tipo -a escondidas de mi padre quien me tenía prohibido leer revistas, no así cualquier clase de libros que hubiera pasado por su aprobación, los estalinistas de pata negra tenían estas cortapisas-. En esa revista había una sección surrealista que me fascinaba 'Versos y Notisias', escrita por César Bruto e ilustrada por Oski. Una de aquellas notas contaba que, en un hipotético "soolojicO", se habrían peleado "un paralelepípedo con un paralelogramo".
Y sí, en estas líneas se han peleado un homónimo con un homófono; porque ya he escrito sobre dos figuras retóricas que se apoyan o sustentan en estas dos definiciones: Dilogía y Quiasmo. Y una lista de todos estos términos que se pueden clasificar como homónimos u homófonos sí que es un batiburrillo.
Al azar elijo pares de homófonos y homónimos -muchos de ellos solamente diferenciados por el acento o por una hache muda, en contra a la delirante sugerencia del de Aracataca- para que se peleen desde una sección de mi Diccionario Caótico, desordenado alfabéticamente. No es lo mismo: rayón que rallón; grabar que gravar; haya que halla que aya; vario que varío que bario; naval que nabal; baza que basa. Asimismo tampoco: ribera que rivera; sima que cima; sandia que sandía; asesinar que acecinar; baca que vaca; alígero que aligeró.
Hay dos razones por las que guardo el viejo Pequeño Larousse Ilustrado: la primera es afectiva, está tan desarmado y con algunas páginas rasgadas que es imposible encuadernarlo, como un viejo perro de guerra son las cicatrices que atestiguan sus batallas; a la hora de ciertas búsquedas supo ser valioso hoy absolutamente superado por los diccionarios on line; pero allí está, ante cualquier corte de energía eléctrica como Antonio en Julio César (3:1) bien puede decir: "Cry 'Havoc!' and let slip the dogs of war" (Grita 'desvastación' y desatrahilla los perros de la guerra).
Porque, en caso de corte de energía eléctrica, si busco en la parte histórica de mi viejo Pequeño Larousse Ilustrado, aparece la saga de Alcock y Brown con su épico biplano bimotor Vickers Vimy; en la nueva edición no figuran, pero sí Diego Armando Maradona. Errar es humano, herrar es equino.
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