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Diario de marear

Lampião y Maria Bonita
Lampião y Maria Bonita

En Poética, Aristóteles, marca la diferencia de caracteres en Sófocles y Eurípides. El primero representa a los hombres como deberían ser; el segundo como son. De los grandes de la tragedia griega, Eurípides anticipa una sintonía de sus protagonistas con dramatis personae actuales; sus heroínas en rebeldía contra la injusticia, están más cerca de Ibsen que de sus contemporáneos; las motivaciones de Medea se adelantan veinticinco siglos a las disconformidades de Nora.

Esquilo y Sófocles creían en la inmanente decisión de los dioses; en Eurípides, los protagonistas son juguetes del azar y el terror que experimentaba el espectador ante el cumplimiento de designios divinos es sustituido por el asombro por el imprevisible destino humano y la confusión ante los cambios de la fortuna terrenal. Con Eurípides, los caracteres trágicos acusan y justifican; adquieren rasgos patológicos que permiten al espectador tenerlos por culpables e inocentes al mismo tiempo; lo trágico tiene así el doble propósito de satisfacer la predilección de la época por lo extraño y servir de justificación psicológica del héroe. Con Eurípides, la trama se vuelve terrenal y cotidiana. Por estas razones, Lampião y María Bonita son caracteres euripideanos.

El vasto semidesierto del Nordeste Brasileño, el sertão (aféresis de desertão, “desiertón”), comprende parte de Sergipe, Alagoas, Bahía, Pernambuco, Paraíba, Rio Grande do Norte, Ceará y Piauí. En la región, la época de lluvias va de diciembre a junio, luego viene la seca del verano. Muchas veces las lluvias no llegaban, sobrevenían años de vacas flacas y la zona se tornaba inhóspita y yerma; fértil en sertanejas y sertanejos tan duros y crueles como solidarios. Ellos fueron protagonistas de la literatura y el arte brasileño, de Euclides da Cuña a Graciliano Ramos y Jorge Amado, a la literatura de cordel, y llega a su acmé con Lima Barreto y el premiado film Cangaçeiro.

Durante el período de sequías prolongadas la mayoría de pobladores emigraban (retirantes) hacia el litoral en marchas de hambre; magistralmente retratadas en Vidas secas. Una minoría de castigados sobrevivía, organizada en pequeñas bandas armadas que empezaron a florecer con las secas del último tercio del siglo XIX. Fueron llamados cangaçeiros, derivado de canga, yugo utilizado con los bueyes para el transporte de carga pesada ─alusión a las cananas y bolsos que llevaban en bandolera─. Con su clásica estampa de ropas y sombreros de dos picos confeccionadas con cuero crudo ─atuendo que Euclides da Cunha en Os sertões llamó “armadura flexible”─ apto para moverse entre la vegetación espinosa, los cangaçeiros formarán parte del paisaje sertanejo con sus asaltos y enfrentamientos con las fuerzas armadas.

El advenimiento del nuevo siglo trajo alguna bonanza a la zona, apaciguó ánimos y en 1897, o 1899, nació Virgulino Ferreira, epítome de los cangaçeiros, y responsable de hacer conocer el cangaço al resto del mundo. Entre 1920 y 1940, la situación climática del nordeste volvió a empeorar, el padre de Virgulino Ferreira fue asesinado y éste se enroló en la banda de Sinhô Pereira. La legendaria puntería, que no perdía ni en la oscuridad, le valió el sobrenombre Lampião (farol), aunque, sobre el origen de este apodo existen variantes que difieren en momentos y razones. Había nacido una leyenda que tendrá en vilo al ejército y la policía durante dos décadas. Pronto su banda se hizo famosa por los golpes de mano, generosidad y brutalidad con los enemigos; los nordestinos son duros y crueldad por crueldad optaron por la fidelidad a Lampião, quien en 1929 formó pareja con María Bonita, la mujer de un zapatero al que abandonó para seguirlo y compartir la vida de cangaçeira. Ahora, los asaltos y combates secundados por el lugarteniente Corisco, o diabo loiro (Relámpago, el diablo rubio) y María Bonita, correrían de boca en boca, de fogón en fogón y de allí a canciones populares, hasta elevarlos al rango de leyenda en vida.

Sin embargo, el ciclo de los bandoleros, románticos o no, llegaba a su fin. Los cangaçeiros eran anacrónicos; en un siglo que, por desigualdades sociales, en menos de un lustro, fue testigo del éxito de las revoluciones mexicana y rusa. Antes de la caída, tuvieron al país en vilo durante décadas.

El 28 de junio de 1938, el teniente Becerra, que llevaba años persiguiéndolo y había adoptado, junto con su tropa, hábitos y vestimentas de los cangaçeiros, logró emboscar a una columna dirigida por Lampião y lo mató, junto con María Bonita y media docena de los compañeros. Fue el fin del cangaço; Corisco y los sobrevivientes murieron dos años después.

En 1953, volvieron a la realidad, ahora desde las pantallas, con Cangaçeiro de Lima Barreto, clásico por excelencia de la cinematografía brasileña y primer film de esa nacionalidad en ganar reconocimiento mundial, empezando por dos premios en el festival de Cannes: mejor película de aventuras ─en Francia estuvo cinco años en cartelera─ y mejor banda sonora por el tema central: Mulher Rendeira.

Los premios no fueron azar, en Cangaçeiro, escenografía y vestuario estuvieron a cargo de Héctor Páride Bernabó, más conocido como Carybé, pintor grabador, escultor y muralista nacido en Lanús, nacionalizado brasileño, ilustrador de la obra de Jorge Amado, y el músico Dorival Caymmi. Por su parte, Mulher Rendeira, logró, como Garota de Ipanema, años después, cautivar a cantores extranjeros, entre otros a Joan Baez. La cautivante cadencia inicial de Mulher rendeira: “Olê, mulé rendeira / Olê, mulé rendá / Tu me ensina a fazê renda / Que eu te ensino a namorá”, es obra del musicólogo y compositor Gabrie Migliori; un ritmo de xaxado, danza popular del sertão; y muy apreciada por el cangaço para festejar sus victorias.

Las cabezas de Lampião, María Bonita y sus camaradas, primorosamente acondicionadas en cajas de regalo recorrieron Brasil, para certificar sus asesinatos. Una foto de ese año muestra la vidriera de la elegante confitería Manon en la rua do Ouvidor en Río de Janeiro, decorada con éstos despojos.

Los sobreviven: la memoria colectiva, el arte popular, la “literatura de cordel”, innumerables canciones, films y series de televisión. Y el permiso oficial, vigente desde 1939, para usar el disfraz de cangaçeiro en las fiestas de carnaval.

 





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